Las apuestas deportivas en Aragón están en auge. Así lo demuestran los datos del 2013, año en el que el importe gastado por los aragoneses se cuadruplicó respecto al 2011, cuando se empezaron a instalar los primeros salones para realizar esta actividad recreativa. Según los datos que maneja el Departamento de Interior del Gobierno de Aragón, el importe total apostado fue de 27,053 millones de euros. Dos años antes, este importe no llegó a los 6,5.
A diferencia de otros juegos donde la suerte es el factor principal, en este tipo el retorno del dinero apostado es más factible, por lo que se pagaron 21,102 millones en premios. Es decir, quedó un margen de beneficios para las empresas y las arcas públicas de casi seis millones de euros, tras abonar los 567.444 boletos que obtuvieron premio.
El auge de estas apuestas también lo demuestra que en los dos años no solo no se ha cerrado ningún establecimiento en el que se permite esta actividad, sino que han crecido. En el 2011 había 126 locales (9 bingos y 117 salones) y en el 2013 llegó a haber 131 (9 bingos, 121 salones y un casino).
En un momento en el que las arcas públicas han visto mermados sus ingresos por los impuestos del juego, las apuestas deportivas están al alza y pueden paliar esa pérdida de recaudación en otros sorteos convencionales y que han sufrido un retroceso, en detrimento de las apuestas deportivas y las que se realizan a través de internet.
Sin embargo, hay datos que van más allá del hobby más cotizado del siglo XX: comprar. Según las últimas informaciones procedentes del Hospital Universitario de Bellvitge en Barcelona, entre un 6 y un 7% de la población general en todos los países desarrollados sufre trastorno de compra compulsiva. Una patología que afecta a personas de mediana edad, alrededor de los 40 años, aunque los síntomas suelen aparecer a los 18, según explica a EL MUNDO Susana Jiménez, responsable de la Unidad de Juego Patológico y otras Adicciones Comportamentales de este hospital.
Sus características principales son: comprar recurrente y compulsivamente, algo que genera malestar en la persona provocando incluso deudas económicas. Para que se considere una patología ésta ha de ser una conducta estable.
Según diferentes estudios, afecta por igual a hombres y a mujeres; la única diferencia, explica la experta, está en en el tipo de artículos que adquieren unos y otras.
Las mujeres se decantan por ropa, perfumes o joyas, mientras que los hombres prefieren material informático, productos de electrónica o música. Pero pese a esta igualdad, las mujeres son las que más van a consulta. "Generalmente, llegan a acompañadas de un familiar. Y no es extraño, son muchos los que confrontan el problema por primera vez al recibir un extracto de la tarjeta de crédito familiar con una deuda desorbitada", añade Neus Córdoba, psicóloga clínica de la Asociación Catalana para el Tratamiento de la Ansiedad y Depresión (ACTAD).
No obstante y pese a todos los infinitos debates que han existido, esta experta señala que no se puede llamar trastorno a este problema, ya que el DSM V (el manual considerado la biblia de los psiquiatras) no lo incluye como tal. Aunque esta conducta se asemeje a otras relacionadas con el control de los impulsos como las drogodependencias, "lo importante es que se expresa como compulsión en algunos trastornos obsesivos, y se manifiesta en muchos trastornos afectivos (ansiedad y depresión) y de personalidad (trastorno límite)", afirma.
Según explica Jiménez, a la hora de comprar en general existen cuatro fases: una primera de alerta, donde vemos el producto, nos atrae. La segunda fase es recopilación de información, la tercera la evaluación del producto: comparamos precios, valoramos si realmente lo necesitamos y vemos cómo y cuándo lo podemos utilizar y por último, lo compramos. Pues bien, "la persona con esta patología de compra compulsiva, pasa directamente de la primera fase a la cuarta. Lo ve y lo compra. Aquí la primera fase sería por tanto, una alerta de urgencia", expone.
No es algo puntual, sino que es estable en el tiempo. "Nada tiene que ver con la euforia de las rebajas, aunque las personas con esta compulsión, verán justificada su conducta y, seguramente, comprarán aún más en esta época", aclara Córdoba. Es importante por tanto precisar que, "a diferencia del consumidor ocasional, el comprador compulsivo pierde interés en el objeto que ha comprado con la misma rapidez que lo compró. Esto le lleva a acumular muchos productos sin estrenar. Cuanto más compra, más vacío se siente y menos disfruta de otras actividades. Hay personas que no llegan a dilapidar su dinero, pero sí dilapidan una enorme cantidad de horas al día en esta actividad", expone esta especialista.
Se trata por tanto, de una conducta donde hay una clara pérdida de control. Así, los factores de riesgo más importantes, según enumera Jiménez son: impulsividad y dificultad para regular las dificultades, baja autoestima, no saber gestionar las emociones negativas y usar por ello la compra para regular ese estado y por último tener un alto concepto del materialismo.
Pueden pueden pasar años (la media está en seis) desde el inicio de los síntomas hasta que la persona vaya a consulta. Por lo que es un problema muy difícil de detectar donde además, en ocasiones, suele haber otro problema detrás: "Se asocia con ansiedad, depresión, trastornos alimentarios y otras adicciones", indica Jiménez.
En su tratamiento, en muchas ocasiones, informa Córdoba, se sigue un protocolo integrador para el tratamiento del trastorno obsesivo compulsivo (TOC). Pero en más de la mitad de los casos, la compra compulsiva es la manifestación de un estado profundo de ansiedad y depresión. Pero sin duda este problema se puede curar, pues "el porcentaje de éxito de las terapias en muy alto, de hasta un 70-75%", comenta Jiménez. Lo importante, concluye, si te tiene a alguien cercano que puede tener esta patología es acercarse a él con una actitud comprensiva pero firme.
Adicción al teléfono móvil
El último de los estudios sobre adicción al teléfono móvil arroja, desde luego, conclusiones preocupantes: el 66% de la población británica padece nomofobia, según una encuesta que acaba de hacer pública la firma OnePoll basándose en mil entrevistas. La dependencia ha llegado a tal punto que el 41% de los usuarios del Reino Unido tiene dos teléfonos o más para estar permanentemente conectado.
Hace cuatro años, una encuesta similar cifró en el 53% el porcentaje de personas adictas al móvil, trece puntos por debajo, lo que da una idea del ritmo de crecimiento de este trastorno, tanto como la frecuencia con la que se hace uso del teléfono. Por término medio, cada usuario consulta su móvil 34 veces al día. Teniendo en cuenta que muchos de ellos siguen haciéndolo solo ocasionalmente, es fácil hacerse una idea de la dependencia del teléfono móvil que tienen algunos.
Y claro, ante un bien tan preciado, y como ocurre con cualquier tesoro que se convierte en obsesión, el miedo a perderlo puede llegar a ser aterrador. Según el estudio, el 70% de las mujeres reconoce tener pánico a perder su teléfono móvil, frente al 61% de los hombres.
Dependencia del móvil entre los jóvenes
Como es obvio, la dependencia del móvil es especialmente preocupante entre los más jóvenes. Francisca López Torrecilla, experta en adicciones y directora del departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamiento Psicológico de la Universidad de Granada (UGR) , cifra en el 8% el porcentaje de universitarios españoles que sufre 'nomofobia'.
Sin embargo, lo más interesante son las consecuencias que, a su juicio, acarrean este miedo irracional a no llevar el teléfono móvil encima, y que se resumen en que los jóvenes se aburren cada vez más con las actividades habituales de ocio. Según López Torrecilla, los adictos al móvil suelen presentar algunas características de personalidad comunes, como una baja autoestima, problemas con la aceptación del propio cuerpo y déficit en habilidades sociales y en resolución de conflictos.
Además, la nomofobia se manifiesta en síntomas como ansiedad, malestar general, enfado o inquietud, negación, ocultación y/o minimización del problema, sentimiento de culpa y disminución de la autoestima.
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