El juego te quita la libertad, la dignidad y las ganas de vivir": la ludopatía acecha a los jóvenes
En cuanto al juego online, los beneficios netos para el sector son elocuentes, según los cálculos de Consumo: de 229 millones de ganancias en 2013 pasamos a 749 en 2019. "Empecé jugando a la ruleta con 16 años, pero cuando fui mayor de edad y pude acceder a otros juegos, decidí especializarme", nos explica Alejandro.
El blackjack o el póker online fueron un cebo inevitable, y el universo emergente de las apuestas deportivas terminó por arruinar su vida. "Siempre fui futbolero, creía por eso que tendría más dominio, más seguridad". La espiral adictiva en la vida de Alejandro no había hecho más que empezar y apenas era un adulto.
Al principio se juega por diversión, luego llegan las deudas y se juega para pagar las deudas, y luego "juegas pero ni siquiera pagas las deudas porque solo quieres jugar"… es la sucesión de capítulos que comparte este adicto con Sputnik.
Alejandro echó por la borda los ahorros familiares, sus primeros años universitarios en Málaga, perdió innumerables trabajos, rondó la "ilegalidad" para conseguir dinero y se quedó solo: "mi novia, mi hermano, mis amigos, todos se han alejado porque solo sabía mentirles. Tu vida, desde que despiertas hasta que duermes se basa en conseguir la manera de jugar, lo demás no importa, ni siquiera lo sientes".
Ser ludópata, una lotería que no querrás que te toque
"La adicción no se elige. Simplemente se es vulnerable o no", explica el doctor Néstor Szerman, especialista en Psiquiatría y presidente de la Sociedad Española de Patología Dual (SEPD). Alejandro, más que culpable o vicioso, según la ciencia, es una víctima.
El trabajo de Szerman es revolucionario ya que se focaliza en determinantes como el historial familiar en busca de antecedentes o trastornos mentales. Por otro lado, Szerman enfatiza que no hay que mirar las horas que se dedican al juego, sino el coste social y emocional. "Si un joven deja de lado a todo el mundo para jugar, es algo serio, ese es el verdadero barómetro, no el tiempo que dedica al juego".
Las investigaciones del SEPD revelan que el 96% de las adicciones al juego están ligadas a otros trastornos mentales como fobia social, trastorno por déficit de atención e hiperactividad, trastorno obsesivo compulsivo, personalidad límite o psicosis.
La visión de Szerman es poco usual y rompe el esquema de que el hábito lleva a la adicción. "Que estemos más tiempo en internet no nos convierte en adictos a las redes, que nos atraquemos de copas durante un confinamiento no nos convierte en alcohólicos. Lo importante son otras determinantes individuales para hacer una persona vulnerable", explica. Las determinantes tienen que ver con la evolución cerebral que "nos puede hacer propensos a tener una diabetes, por ejemplo, pero también una adicción al juego".
Jóvenes y hombres, ¡a jugar!
Pero aunque la propensión al juego que generan los condicionantes biológicos individuales, hay además factores de riesgo sociales. Y por ellos, individuos como Alejandro tienen más papeletas de cargar con la adicción.
Por un lado, Alejandro es un hombre. "La adicción se da en proporciones de 3 a 5 hombres por 1 sola mujer, por cuestiones evolutivas y biológicas", mantiene Szerman. El cerebro del hombre guarda un remanente de su pasado como explorador y cazador, por ello "tiene más impulsividad y una mayor necesidad de interacción social y el juego, se basa en la interacción social en esencia". El informe de Sanidad de 2019 confirma que los hombres apuestan en internet más que las mujeres: el 9,1% frente al 4,2%.
Y por otro lado, cuando Alejandro comenzó a jugar, aún era un adolescente. El cerebro de un joven no tiene problemas a la hora de asumir mayores riesgos, por eso, aunque tengan información y haya campañas, no detectan el peligro. La prevalencia de trastornos, dentro de las apuestas online, es mayor en diversos estudios que señalan que "las apuestas se han convertido en una nueva forma de ocio y hasta en una forma de actividad profesional".
Aunque es contrario a las prohibiciones basadas en prejuicios morales, Szerman sí valora las restricciones de acceso al juego para los más jóvenes por evidencias científicas, "por eso, tiene que haber protección para los menores, yo elevaría la edad legal para jugar a los 21 años".
Tras más de 4 años girando su ruleta de la infortuna, Alejandro tocó fondo. Primero engordó hasta los 120 kilos por el sedentarismo del juego online y por todo el alcohol que las casas de juego sirven "gratuitamente" a los jugadores. Después perdió casi 40 kilos, "la casa de apuestas estaba junto al supermercado, así que el dinero de la comida lo jugaba".
Actualmente, gracias a la asociación de jugadores rehabilitados FAJER, ya no juega. "Seré un ludópata toda mi vida, eso no se cura. Por eso no digo que yo no volveré a jugar, solo digo que hoy no he jugado, un día más de libertad ganado". Lleva dos años colaborando con la propia asociación y se ha convertido en un activista contra el juego. Ha recuperado su libertad, decide qué hacer con su tiempo, y con su vida y sus queridos, "al menos puedo decir que he reganado el mayor premio posible, que es querer y sentirse querido".
En cuanto al juego online, los beneficios netos para el sector son elocuentes, según los cálculos de Consumo: de 229 millones de ganancias en 2013 pasamos a 749 en 2019. "Empecé jugando a la ruleta con 16 años, pero cuando fui mayor de edad y pude acceder a otros juegos, decidí especializarme", nos explica Alejandro.
El blackjack o el póker online fueron un cebo inevitable, y el universo emergente de las apuestas deportivas terminó por arruinar su vida. "Siempre fui futbolero, creía por eso que tendría más dominio, más seguridad". La espiral adictiva en la vida de Alejandro no había hecho más que empezar y apenas era un adulto.
Al principio se juega por diversión, luego llegan las deudas y se juega para pagar las deudas, y luego "juegas pero ni siquiera pagas las deudas porque solo quieres jugar"… es la sucesión de capítulos que comparte este adicto con Sputnik.
Alejandro echó por la borda los ahorros familiares, sus primeros años universitarios en Málaga, perdió innumerables trabajos, rondó la "ilegalidad" para conseguir dinero y se quedó solo: "mi novia, mi hermano, mis amigos, todos se han alejado porque solo sabía mentirles. Tu vida, desde que despiertas hasta que duermes se basa en conseguir la manera de jugar, lo demás no importa, ni siquiera lo sientes".
Ser ludópata, una lotería que no querrás que te toque
"La adicción no se elige. Simplemente se es vulnerable o no", explica el doctor Néstor Szerman, especialista en Psiquiatría y presidente de la Sociedad Española de Patología Dual (SEPD). Alejandro, más que culpable o vicioso, según la ciencia, es una víctima.
El trabajo de Szerman es revolucionario ya que se focaliza en determinantes como el historial familiar en busca de antecedentes o trastornos mentales. Por otro lado, Szerman enfatiza que no hay que mirar las horas que se dedican al juego, sino el coste social y emocional. "Si un joven deja de lado a todo el mundo para jugar, es algo serio, ese es el verdadero barómetro, no el tiempo que dedica al juego".
Las investigaciones del SEPD revelan que el 96% de las adicciones al juego están ligadas a otros trastornos mentales como fobia social, trastorno por déficit de atención e hiperactividad, trastorno obsesivo compulsivo, personalidad límite o psicosis.
La visión de Szerman es poco usual y rompe el esquema de que el hábito lleva a la adicción. "Que estemos más tiempo en internet no nos convierte en adictos a las redes, que nos atraquemos de copas durante un confinamiento no nos convierte en alcohólicos. Lo importante son otras determinantes individuales para hacer una persona vulnerable", explica. Las determinantes tienen que ver con la evolución cerebral que "nos puede hacer propensos a tener una diabetes, por ejemplo, pero también una adicción al juego".
Jóvenes y hombres, ¡a jugar!
Pero aunque la propensión al juego que generan los condicionantes biológicos individuales, hay además factores de riesgo sociales. Y por ellos, individuos como Alejandro tienen más papeletas de cargar con la adicción.
Por un lado, Alejandro es un hombre. "La adicción se da en proporciones de 3 a 5 hombres por 1 sola mujer, por cuestiones evolutivas y biológicas", mantiene Szerman. El cerebro del hombre guarda un remanente de su pasado como explorador y cazador, por ello "tiene más impulsividad y una mayor necesidad de interacción social y el juego, se basa en la interacción social en esencia". El informe de Sanidad de 2019 confirma que los hombres apuestan en internet más que las mujeres: el 9,1% frente al 4,2%.
Y por otro lado, cuando Alejandro comenzó a jugar, aún era un adolescente. El cerebro de un joven no tiene problemas a la hora de asumir mayores riesgos, por eso, aunque tengan información y haya campañas, no detectan el peligro. La prevalencia de trastornos, dentro de las apuestas online, es mayor en diversos estudios que señalan que "las apuestas se han convertido en una nueva forma de ocio y hasta en una forma de actividad profesional".
Aunque es contrario a las prohibiciones basadas en prejuicios morales, Szerman sí valora las restricciones de acceso al juego para los más jóvenes por evidencias científicas, "por eso, tiene que haber protección para los menores, yo elevaría la edad legal para jugar a los 21 años".
Tras más de 4 años girando su ruleta de la infortuna, Alejandro tocó fondo. Primero engordó hasta los 120 kilos por el sedentarismo del juego online y por todo el alcohol que las casas de juego sirven "gratuitamente" a los jugadores. Después perdió casi 40 kilos, "la casa de apuestas estaba junto al supermercado, así que el dinero de la comida lo jugaba".
Actualmente, gracias a la asociación de jugadores rehabilitados FAJER, ya no juega. "Seré un ludópata toda mi vida, eso no se cura. Por eso no digo que yo no volveré a jugar, solo digo que hoy no he jugado, un día más de libertad ganado". Lleva dos años colaborando con la propia asociación y se ha convertido en un activista contra el juego. Ha recuperado su libertad, decide qué hacer con su tiempo, y con su vida y sus queridos, "al menos puedo decir que he reganado el mayor premio posible, que es querer y sentirse querido".