Este vejeriego llegó a realizar entre 100 y 200 apuestas diarias, todas ellas en secreto. Bloqueó las cuentas bancarias para que su mujer, a quien hizo «maltrato psicológico», no pudiese acceder. Su primer hijo, que entonces tenía 10 años, era «un juguete de 10 minutos» para él: «Lo dormía, me ponía el ordenador por delante y todo eran apuestas y resultados; me daba igual que comiera o no, todo».

Hoy compara la adicción a la de «una droga»: «Cuando trabajaba y sabía que había un partido importante me generaba ansiedad el no haber apostado. Si conseguía 5 euros para invertir ya me quedaba tranquilo». Así pasó cuatro años, hasta que su mujer lo descubrió. Fue gracias a la directora de su sucursal de banco, quien le advirtió de la situación: tenían 18 préstamos de un total de 40.000 euros y varias de sus propiedades, incluida la vivienda, estaban amenazadas.

Su mujer había vivido de espaldas a la realidad durante años. Dolida por las mentiras, le ayudó a empezar en terapia con la asociación de Jugadores de Azar en Rehabilitación (JARCA) del Campo de Gibraltar. «Para mi todas las personas no eran más que cajeros automáticos. No sé de dónde sacó las fuerzas», reconoce el ex adicto. «El enfermo es el jugador pero el familiar en la mayoría de los casos se encuentra con una enfermedad que no conocía», explica David Díaz, presidente de JARCA.

Germán se sorprendió en la primera sesión. Él era el único que estaba allí por apuestas deportivas y el resto, adictos al bingo o las máquinas, podrían ser su padre; algunos le doblaban la edad. Sin embargo, habían perdido una cantidad de dinero mucho menor que él y, sobretodo, se sintió reconocido en las vivencias narradas. En ese momento se dio cuenta de la gravedad de su problema: él también era adicto al juego.

«El perfil de jugador es cada vez más joven por las apuestas online y deportivas. Parece que el que no apuesta no está dentro de la onda. Además, antes cuando jugabas te metías en una máquina y te gastabas 600 euros en muchas horas; hoy puedes hacer una apuesta en cinco minutos y gastas 500. Ahora el instrumento lo tenemos en la mano y con un móvil podemos acceder sin restricción a todo», explica Díaz.

Los usuarios que llegan a JARCA con problemas derivados de las apuestas online conviven con una doble adicción: la ludopatía y la adicción a las nuevas tecnologías. «Hay jóvenes a los que les hemos dicho: ¿Quieres dejar de jugar? Pues deja el móvil. Y han dicho ‘me voy, yo no tengo ningún problema’», añade.

Este vejeriego llegó a realizar entre 100 y 200 apuestas diarias, todas ellas en secreto. Bloqueó las cuentas bancarias para que su mujer, a quien hizo «maltrato psicológico», no pudiese acceder. Su primer hijo, que entonces tenía 10 años, era «un juguete de 10 minutos» para él: «Lo dormía, me ponía el ordenador por delante y todo eran apuestas y resultados; me daba igual que comiera o no, todo».

Hoy compara la adicción a la de «una droga»: «Cuando trabajaba y sabía que había un partido importante me generaba ansiedad el no haber apostado. Si conseguía 5 euros para invertir ya me quedaba tranquilo». Así pasó cuatro años, hasta que su mujer lo descubrió. Fue gracias a la directora de su sucursal de banco, quien le advirtió de la situación: tenían 18 préstamos de un total de 40.000 euros y varias de sus propiedades, incluida la vivienda, estaban amenazadas.

Su mujer había vivido de espaldas a la realidad durante años. Dolida por las mentiras, le ayudó a empezar en terapia con la asociación de Jugadores de Azar en Rehabilitación (JARCA) del Campo de Gibraltar. «Para mi todas las personas no eran más que cajeros automáticos. No sé de dónde sacó las fuerzas», reconoce el ex adicto. «El enfermo es el jugador pero el familiar en la mayoría de los casos se encuentra con una enfermedad que no conocía», explica David Díaz, presidente de JARCA.

Germán se sorprendió en la primera sesión. Él era el único que estaba allí por apuestas deportivas y el resto, adictos al bingo o las máquinas, podrían ser su padre; algunos le doblaban la edad. Sin embargo, habían perdido una cantidad de dinero mucho menor que él y, sobretodo, se sintió reconocido en las vivencias narradas. En ese momento se dio cuenta de la gravedad de su problema: él también era adicto al juego.

«El perfil de jugador es cada vez más joven por las apuestas online y deportivas. Parece que el que no apuesta no está dentro de la onda. Además, antes cuando jugabas te metías en una máquina y te gastabas 600 euros en muchas horas; hoy puedes hacer una apuesta en cinco minutos y gastas 500. Ahora el instrumento lo tenemos en la mano y con un móvil podemos acceder sin restricción a todo», explica Díaz.

Los usuarios que llegan a JARCA con problemas derivados de las apuestas online conviven con una doble adicción: la ludopatía y la adicción a las nuevas tecnologías. «Hay jóvenes a los que les hemos dicho: ¿Quieres dejar de jugar? Pues deja el móvil. Y han dicho ‘me voy, yo no tengo ningún problema’», añade.