Su calvario, aunque él entonces no lo veía como tal, comenzó cuando a los 16 años cruzó por primera vez la puerta de un salón de juegos. «A pesar de ser menor de edad, realmente no tuve que colarme, sino que entré por la puerta como cualquier otro cliente». Allí empezó a gastarse los diez euros que su abuela le daba los domingos. Pero con el paso de las meses, comenzó a multiplicar ese gasto por 100 y, en dos años, los diez euros de la abuela se convirtieron en 1.000 cada día, cantidad que conseguía «de cualquier forma para intentar satisfacer mi adición», explica Torres, sin querer entrar en más detalles.
Entonces, el joven se convirtió en un esclavo. «Los años que me tiré jugando no tenía ninguna capacidad de decisión. Perdí por completo la libertad y la dignidad. Salía de casa diciendo que no iba a jugar y acababa jugando. Volvía a casa y me ponía a jugar de forma online durante horas. Juraba por todos mis seres queridos que no iba a volver a caer en aquello... y tropezaba de nuevo».
Alejandro Torres empezó a recuperar el control de su vida precisamente un día que estaba ebrio, cuando intentaba volver a casa después de salir a jugar. «En ese momento ya me había independizado, pero aquel día había perdido las llaves de mi casa y llamé a mi hermano para que me diera la copia que le había dado. Al llegar a casa de mis padres, me abrió la puerta y me volvió a preguntar si tenía problemas con el juego. Hasta entonces no lo había querido confesar, y no me había dejado ayudar. En aquel momento estaba completamente solo, hundido en la miseria tanto personal como económica, así que, ante la pregunta de mi hermano, me derrumbé. Se lo conté todo y poco tiempo después entré en rehabilitación en Amalajer (Asociación Malagueña de Jugadores de Azar en Rehabilitación)».
El joven, que en unas pocas semanas cumplirá 23 años, considera que esta decisión le salvó la vida. «En la situación en la que me encontraba, el juego solo me ofrecía tres salidas: el psiquiátrico, por volverme loco; la cárcel, por delinquir para pagar mi adicción, o la muerte, al ser real la posibilidad de que alguien me diera cualquier día un susto y me quitaran de en medio», asegura.
El monstruo en casa
Algo parecido piensa ante la situación de confinamiento en la que nos encontramos. «Si me hubiera pillado en la época en la que jugaba, me hubiera reventado por dentro. Hubiera terminado gastándome en el juego el dinero que necesitaba para comer». Por ello, el joven no puede dejar de pensar estos días «en todos aquellos jugadores adictos –en España hay 400.000 según la Dirección General del Juego– que se encuentran en sus casas» a merced de la tecnología y de otras sustancias como el alcohol –que según los expertos suelen aparecer relacionadas con las apuestas–, ni en «los no adictos que caerán en las garras del juego al estar todo el día encerrados».
En su caso, lo está «llevando relativamente bien porque recibo mucha ayuda de forma telemática por parte de la asociación». «Sigo con el grupo de terapia con mis compañeros y con los terapeutas. Me siento muy acompañado», concluye Torres, que no quiere despedirse sin antes alertar del riesgo de «matar el tiempo de forma abusiva con los juegos de azar online ante esta situación tan particular que estamos viviendo. Es como tener al monstruo en casa».
Aumento de casos
Sin embargo, a pesar de sus esfuerzos por advertir del peligro, así como los del Papa Francisco –el Pontífice dedicó la edición de abril de El Vídeo del Papa a alertar frente a «la adicción al juego, a la pornografía, a internet y los peligros del espacio virtual» a la vez que pedía oraciones «para que todas las personas bajo la influencia de las adicciones puedan estar bien ayudadas y acompañadas»–, ya es demasiado tarde para algunas personas.
Todavía no es posible presentar datos concluyentes porque la situación de confinamiento sigue vigente. El último estudio disponible, realizado por la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción (FAD) con el apoyo de la Delegación de Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas, tiene fecha de enero y revela que, hasta entonces, el número de jóvenes entre 14 y 18 años que han jugado con dinero online había aumentado casi cuatro puntos porcentuales, y casi diez puntos quienes lo habían hecho presencialmente. Pero entidades como la Red de Atención a las Adicciones (UNAD) o la Federación Española de Jugadores de Azar Rehabilitados (Fejar) han alertado en las últimas semanas del posible aumento de casos durante el encierro, que revela el «importante crecimiento de peticiones de ayuda que estamos recibiendo», asegura José Luis Rabadán Rituerto, médico especialista en adicciones de UNAD.
Este aumento de casos ha llevado a las asociaciones del sector a «pedir al Gobierno que suspenda el juego online mientras esté vigente el Estado de alarma», subraya Rabadán. El Ejecutivo de Sánchez no ha llegado hasta ese extremo, pero sí ha limitado la publicidad de los juegos de azar y las apuestas online. Hasta que no concluya el encierro ciudadano solo se podrán emitir comunicaciones comerciales relacionadas con los juegos de azar entra la una y las cinco de la madrugada.
«Es un primer paso, porque si hubiéramos podido tomar la tensión a los adictos en esta situación de confinamiento durante su exposición a este tipo de anuncios, estoy convencido de que les hubiera subido la frecuencia cardiaca, la frecuencia respiratoria y la respuesta vegetativa a ese estímulo. Espero que esta medida se consolide para siempre», pide el médico especialista de UNAD, organización formada por 217 entidades repartidas por toda España.
La familia como terapia
Más que en la limitación de la publicidad, la psicóloga del Centro de Atención Integral a la Familia (CAIF) de la Universidad Francisco de Vitoria (UFV) Ana Ozcáriz confía en el efecto terapéutico de la familia contra los comportamientos adictivos en relación a la tecnología. «Habitualmente hay un interés de los padres porque sus hijos estén bien, por ver en qué están ocupando su tiempo». Sin embargo, «esto por sí solo no es suficiente», advierte la psicóloga, porque «la adición puede llegar a afectar a familias que viven una aparente normalidad».
Para prevenir este tipo de comportamientos, Ozcáriz –que también es profesora del Grado de Psicología de la UFV– aconseja a las familias creatividad. «Más que una confrontación directa con un hijo que, por ejemplo, lleva todo el día jugando a la videoconsola, podemos intentar proponer una alternativa de ocio familiar. Pero tiene que ser interesante para ellos. No podemos pretender que el niño se desconecte del juego online si como alternativa le ofrecemos un juego familiar pensado para su hermano pequeño».
La experta de la UFV, que en esta situación de confinamiento está colaborando en el programa Uno Más Uno que ha puesto en marcha la universidad para acompañar telefónicamente a quienes necesiten ayuda psicológica y espiritual en medio de esta crisis sanitaria, también señala la importancia de que «las actividades propuestas tengan un inicio y un fin». Precisamente, «uno de los problemas del juego online es la falta de límites con el tiempo».
Ana Ozcáriz concluye animando a las familias a establecer «un horario claro» para «que el niño / adolescente sepa lo que tiene que hacer en cada momento. También hay que incluir momentos de juego libre, por supuesto, pero se tienen que llevar a cabo en el tiempo establecido para ellos».
José Calderero de Aldecoa @jcalderero
Su calvario, aunque él entonces no lo veía como tal, comenzó cuando a los 16 años cruzó por primera vez la puerta de un salón de juegos. «A pesar de ser menor de edad, realmente no tuve que colarme, sino que entré por la puerta como cualquier otro cliente». Allí empezó a gastarse los diez euros que su abuela le daba los domingos. Pero con el paso de las meses, comenzó a multiplicar ese gasto por 100 y, en dos años, los diez euros de la abuela se convirtieron en 1.000 cada día, cantidad que conseguía «de cualquier forma para intentar satisfacer mi adición», explica Torres, sin querer entrar en más detalles.
Entonces, el joven se convirtió en un esclavo. «Los años que me tiré jugando no tenía ninguna capacidad de decisión. Perdí por completo la libertad y la dignidad. Salía de casa diciendo que no iba a jugar y acababa jugando. Volvía a casa y me ponía a jugar de forma online durante horas. Juraba por todos mis seres queridos que no iba a volver a caer en aquello... y tropezaba de nuevo».
Alejandro Torres empezó a recuperar el control de su vida precisamente un día que estaba ebrio, cuando intentaba volver a casa después de salir a jugar. «En ese momento ya me había independizado, pero aquel día había perdido las llaves de mi casa y llamé a mi hermano para que me diera la copia que le había dado. Al llegar a casa de mis padres, me abrió la puerta y me volvió a preguntar si tenía problemas con el juego. Hasta entonces no lo había querido confesar, y no me había dejado ayudar. En aquel momento estaba completamente solo, hundido en la miseria tanto personal como económica, así que, ante la pregunta de mi hermano, me derrumbé. Se lo conté todo y poco tiempo después entré en rehabilitación en Amalajer (Asociación Malagueña de Jugadores de Azar en Rehabilitación)».
El joven, que en unas pocas semanas cumplirá 23 años, considera que esta decisión le salvó la vida. «En la situación en la que me encontraba, el juego solo me ofrecía tres salidas: el psiquiátrico, por volverme loco; la cárcel, por delinquir para pagar mi adicción, o la muerte, al ser real la posibilidad de que alguien me diera cualquier día un susto y me quitaran de en medio», asegura.
El monstruo en casa
Algo parecido piensa ante la situación de confinamiento en la que nos encontramos. «Si me hubiera pillado en la época en la que jugaba, me hubiera reventado por dentro. Hubiera terminado gastándome en el juego el dinero que necesitaba para comer». Por ello, el joven no puede dejar de pensar estos días «en todos aquellos jugadores adictos –en España hay 400.000 según la Dirección General del Juego– que se encuentran en sus casas» a merced de la tecnología y de otras sustancias como el alcohol –que según los expertos suelen aparecer relacionadas con las apuestas–, ni en «los no adictos que caerán en las garras del juego al estar todo el día encerrados».
En su caso, lo está «llevando relativamente bien porque recibo mucha ayuda de forma telemática por parte de la asociación». «Sigo con el grupo de terapia con mis compañeros y con los terapeutas. Me siento muy acompañado», concluye Torres, que no quiere despedirse sin antes alertar del riesgo de «matar el tiempo de forma abusiva con los juegos de azar online ante esta situación tan particular que estamos viviendo. Es como tener al monstruo en casa».
Aumento de casos
Sin embargo, a pesar de sus esfuerzos por advertir del peligro, así como los del Papa Francisco –el Pontífice dedicó la edición de abril de El Vídeo del Papa a alertar frente a «la adicción al juego, a la pornografía, a internet y los peligros del espacio virtual» a la vez que pedía oraciones «para que todas las personas bajo la influencia de las adicciones puedan estar bien ayudadas y acompañadas»–, ya es demasiado tarde para algunas personas.
Todavía no es posible presentar datos concluyentes porque la situación de confinamiento sigue vigente. El último estudio disponible, realizado por la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción (FAD) con el apoyo de la Delegación de Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas, tiene fecha de enero y revela que, hasta entonces, el número de jóvenes entre 14 y 18 años que han jugado con dinero online había aumentado casi cuatro puntos porcentuales, y casi diez puntos quienes lo habían hecho presencialmente. Pero entidades como la Red de Atención a las Adicciones (UNAD) o la Federación Española de Jugadores de Azar Rehabilitados (Fejar) han alertado en las últimas semanas del posible aumento de casos durante el encierro, que revela el «importante crecimiento de peticiones de ayuda que estamos recibiendo», asegura José Luis Rabadán Rituerto, médico especialista en adicciones de UNAD.
Este aumento de casos ha llevado a las asociaciones del sector a «pedir al Gobierno que suspenda el juego online mientras esté vigente el Estado de alarma», subraya Rabadán. El Ejecutivo de Sánchez no ha llegado hasta ese extremo, pero sí ha limitado la publicidad de los juegos de azar y las apuestas online. Hasta que no concluya el encierro ciudadano solo se podrán emitir comunicaciones comerciales relacionadas con los juegos de azar entra la una y las cinco de la madrugada.
«Es un primer paso, porque si hubiéramos podido tomar la tensión a los adictos en esta situación de confinamiento durante su exposición a este tipo de anuncios, estoy convencido de que les hubiera subido la frecuencia cardiaca, la frecuencia respiratoria y la respuesta vegetativa a ese estímulo. Espero que esta medida se consolide para siempre», pide el médico especialista de UNAD, organización formada por 217 entidades repartidas por toda España.
La familia como terapia
Más que en la limitación de la publicidad, la psicóloga del Centro de Atención Integral a la Familia (CAIF) de la Universidad Francisco de Vitoria (UFV) Ana Ozcáriz confía en el efecto terapéutico de la familia contra los comportamientos adictivos en relación a la tecnología. «Habitualmente hay un interés de los padres porque sus hijos estén bien, por ver en qué están ocupando su tiempo». Sin embargo, «esto por sí solo no es suficiente», advierte la psicóloga, porque «la adición puede llegar a afectar a familias que viven una aparente normalidad».
Para prevenir este tipo de comportamientos, Ozcáriz –que también es profesora del Grado de Psicología de la UFV– aconseja a las familias creatividad. «Más que una confrontación directa con un hijo que, por ejemplo, lleva todo el día jugando a la videoconsola, podemos intentar proponer una alternativa de ocio familiar. Pero tiene que ser interesante para ellos. No podemos pretender que el niño se desconecte del juego online si como alternativa le ofrecemos un juego familiar pensado para su hermano pequeño».
La experta de la UFV, que en esta situación de confinamiento está colaborando en el programa Uno Más Uno que ha puesto en marcha la universidad para acompañar telefónicamente a quienes necesiten ayuda psicológica y espiritual en medio de esta crisis sanitaria, también señala la importancia de que «las actividades propuestas tengan un inicio y un fin». Precisamente, «uno de los problemas del juego online es la falta de límites con el tiempo».
Ana Ozcáriz concluye animando a las familias a establecer «un horario claro» para «que el niño / adolescente sepa lo que tiene que hacer en cada momento. También hay que incluir momentos de juego libre, por supuesto, pero se tienen que llevar a cabo en el tiempo establecido para ellos».
José Calderero de Aldecoa @jcalderero