Siguiendo el hilo, no podemos negar que de algún modo u otro a todos nos gusta apostar por algo, de hecho, la vida misma es una apuesta constante en muchos aspectos. En lo que toca a los juegos de azar, la ilusión de ganar un premio nos induce a adquirir, por ejemplo, un boleto de Lotería, Kino o de algún sistema de apuestas, mientras que otros jugarán en las máquinas tragamonedas, ruletas o cartas en el Casino. Estos últimos años han surgido las populares maquinitas con bandejas de monedas que vemos por doquier, rotuladas “de destreza”, pero en la práctica tragamonedas simplificadas. Su explosivo posicionamiento aumentó la oferta de juego a lo largo del territorio nacional, lo cual implica que muchos ludópata potenciales, ahora tienen al alcance de la mano el elemento para desarrollar la enfermedad. Nuestra revista estima oportuno advertir a sus lectores sobre este tema, dada la masificación de estas máquinas, que en teoría no tendrían nada de malo si los apostadores fuesen personas normales, pero serían un peligro para los potenciales adictos al juego.

La ludopatía es considerada por la OMS una enfermedad, y al igual como cualquier otra adicción, comienza en forma solapada, incubándose en la complejidad de nuestra mente la asociación juego – premio – felicidad. El futuro adicto al juego comienza apostando por entretención y al cabo de un tiempo experimenta un impulso incontenible y cada vez más intenso de jugar, superior a su fuerza de voluntad y a lo nocivo que puede resultarle. Estos enfermos están generalmente consientes del daño que se ocasionan a sí mismos y a su familia, pero la enfermiza ilusión de ganar es más poderosa que el peligro de generar su ruina económica y familiar e incluso, de delinquir para lograr el dinero que permita continuar apostando.

El tratamiento del ludópata es difícil, con un porcentaje significativo de reincidencias, como ocurre habitualmente con cualquier adicción. Los terapeutas deben convencer al paciente que sufre una enfermedad, señalando los daños que se ha causado a sí mismo y a su familia. También deben advertirse los efectos negativos sobre el trabajo (bajo rendimiento, desatención, despido).

Paralelamente es necesario explicar que la ansiedad, el insomnio e incluso las ideas de suicidio que el ludópata padece, son producto de las calamidades que su enfermedad está causando. Los especialistas consideran que el apoyo de la familia es fundamental en la rehabilitación de estos pacientes.

Siguiendo el hilo, no podemos negar que de algún modo u otro a todos nos gusta apostar por algo, de hecho, la vida misma es una apuesta constante en muchos aspectos. En lo que toca a los juegos de azar, la ilusión de ganar un premio nos induce a adquirir, por ejemplo, un boleto de Lotería, Kino o de algún sistema de apuestas, mientras que otros jugarán en las máquinas tragamonedas, ruletas o cartas en el Casino. Estos últimos años han surgido las populares maquinitas con bandejas de monedas que vemos por doquier, rotuladas “de destreza”, pero en la práctica tragamonedas simplificadas. Su explosivo posicionamiento aumentó la oferta de juego a lo largo del territorio nacional, lo cual implica que muchos ludópata potenciales, ahora tienen al alcance de la mano el elemento para desarrollar la enfermedad. Nuestra revista estima oportuno advertir a sus lectores sobre este tema, dada la masificación de estas máquinas, que en teoría no tendrían nada de malo si los apostadores fuesen personas normales, pero serían un peligro para los potenciales adictos al juego.

La ludopatía es considerada por la OMS una enfermedad, y al igual como cualquier otra adicción, comienza en forma solapada, incubándose en la complejidad de nuestra mente la asociación juego – premio – felicidad. El futuro adicto al juego comienza apostando por entretención y al cabo de un tiempo experimenta un impulso incontenible y cada vez más intenso de jugar, superior a su fuerza de voluntad y a lo nocivo que puede resultarle. Estos enfermos están generalmente consientes del daño que se ocasionan a sí mismos y a su familia, pero la enfermiza ilusión de ganar es más poderosa que el peligro de generar su ruina económica y familiar e incluso, de delinquir para lograr el dinero que permita continuar apostando.

El tratamiento del ludópata es difícil, con un porcentaje significativo de reincidencias, como ocurre habitualmente con cualquier adicción. Los terapeutas deben convencer al paciente que sufre una enfermedad, señalando los daños que se ha causado a sí mismo y a su familia. También deben advertirse los efectos negativos sobre el trabajo (bajo rendimiento, desatención, despido).

Paralelamente es necesario explicar que la ansiedad, el insomnio e incluso las ideas de suicidio que el ludópata padece, son producto de las calamidades que su enfermedad está causando. Los especialistas consideran que el apoyo de la familia es fundamental en la rehabilitación de estos pacientes.