El perfil del adicto es, principalmente, el de jóvenes con dificultades para empatizar con personas de su edad. El colectivo adolescente es el más susceptible a caer en este tipo de enganches porque son los que mayor contacto tienen con las redes sociales y con el manejo de dispositivos electrónicos. Calderón manifiesta que "esta adicción se produce cuando un chico o chica ve los chats y los sistemas de mensajería como el principal vehículo para relacionarse con sus semejantes". El experto sostiene que el principal problema no son las tecnologías en sí sino el mal uso que se hace de ellas.

Esta misma línea es la que sigue Dolores Muñoz, psicóloga y experta en género y síndrome de déficit, al apuntar que el mundo digital se ha incorporado a la vida diaria de las personas y no se concibe el día a día sin ellas. "Cuando su uso se normaliza, se corre el riesgo de que se pierda el control sobre determinadas señales de alarma como pueden ser las horas que dedican los adolescentes a estar conectados", afirma Muñoz.

La psicóloga manifiesta que la primera barrera que los expertos tienen que superar es la actitud con la que llegan los adolescentes a las terapias. "Los jóvenes que vienen a las sesiones niegan el problema y lo consideran una exageración paterna, de modo que justifican su comportamiento". Esta situación es incluso más grave, según la experta, porque los progenitores tampoco son conscientes del peligro hasta que el adolescente alcanza los límites de la agresividad o la depresión. "Los padres reconocen que sus hijos pasaban muchas horas delante de la pantalla del ordenador o utilizando el whatsapp pero no lo consideraban un inconveniente hasta que el chico o chica llegaba a padecer estrés, ansiedad o trastornos en el sueño", apunta la psicóloga.

La ansiedad, la ira, la irritabilidad o las alteraciones en el sueño son algunos de los síntomas que provoca el enganche a las nuevas tecnologías. Las sesiones terapéuticas en los centros especializados son los recursos más comunes para superar este tipo de dependencia. Mientras que la abstinencia es el objetivo en una adicción al alcohol o a las drogas, en este caso se da por hecho que el sujeto ha de convivir con internet o con el móvil. Por ello, se enseña a controlar el estímulo. "Tienen que aprender a desarrollarse independientemente del uso de dispositivos tecnológicos", apunta Muñoz. El primer paso es apartar completamente al adolescente de aquello que le genera dependencia para dárselo posteriormente, de forma gradual y controlando el número de horas que le dedica. Las familias también han de someterse a esta terapia porque ninguna adicción puede superarse sola. La media de duración del tratamiento es de 12 a 18 meses.


El perfil del adicto es, principalmente, el de jóvenes con dificultades para empatizar con personas de su edad. El colectivo adolescente es el más susceptible a caer en este tipo de enganches porque son los que mayor contacto tienen con las redes sociales y con el manejo de dispositivos electrónicos. Calderón manifiesta que "esta adicción se produce cuando un chico o chica ve los chats y los sistemas de mensajería como el principal vehículo para relacionarse con sus semejantes". El experto sostiene que el principal problema no son las tecnologías en sí sino el mal uso que se hace de ellas.

Esta misma línea es la que sigue Dolores Muñoz, psicóloga y experta en género y síndrome de déficit, al apuntar que el mundo digital se ha incorporado a la vida diaria de las personas y no se concibe el día a día sin ellas. "Cuando su uso se normaliza, se corre el riesgo de que se pierda el control sobre determinadas señales de alarma como pueden ser las horas que dedican los adolescentes a estar conectados", afirma Muñoz.

La psicóloga manifiesta que la primera barrera que los expertos tienen que superar es la actitud con la que llegan los adolescentes a las terapias. "Los jóvenes que vienen a las sesiones niegan el problema y lo consideran una exageración paterna, de modo que justifican su comportamiento". Esta situación es incluso más grave, según la experta, porque los progenitores tampoco son conscientes del peligro hasta que el adolescente alcanza los límites de la agresividad o la depresión. "Los padres reconocen que sus hijos pasaban muchas horas delante de la pantalla del ordenador o utilizando el whatsapp pero no lo consideraban un inconveniente hasta que el chico o chica llegaba a padecer estrés, ansiedad o trastornos en el sueño", apunta la psicóloga.

La ansiedad, la ira, la irritabilidad o las alteraciones en el sueño son algunos de los síntomas que provoca el enganche a las nuevas tecnologías. Las sesiones terapéuticas en los centros especializados son los recursos más comunes para superar este tipo de dependencia. Mientras que la abstinencia es el objetivo en una adicción al alcohol o a las drogas, en este caso se da por hecho que el sujeto ha de convivir con internet o con el móvil. Por ello, se enseña a controlar el estímulo. "Tienen que aprender a desarrollarse independientemente del uso de dispositivos tecnológicos", apunta Muñoz. El primer paso es apartar completamente al adolescente de aquello que le genera dependencia para dárselo posteriormente, de forma gradual y controlando el número de horas que le dedica. Las familias también han de someterse a esta terapia porque ninguna adicción puede superarse sola. La media de duración del tratamiento es de 12 a 18 meses.