«Viene mucha más gente para consultarnos sobre las compras compulsivas porque sospechan que algún familiar o que ellos mismos pueden tener un problema serio», indica Abad. Aunque todavía son pocos los que realizan el tratamiento. De las 258 personas que están en los grupos de la asociación por diferentes adicciones, apenas el 5% acuden a los grupos de compradores compulsivos, aproximadamente el mismo porcentaje en el que se calcula que afecta esta adicción a la población general. Pese a lo que se pueda pensar, se da el mismo número de hombres que de mujeres. Pero Abad asegura que esta enfermedad afecta a más personas de las que pensamos.
Es más, según indica, ante las dificultades económicas, un comprador compulsivo puede reaccionar gastando más porque estas personas calman la ansiedad, miedos y frustraciones precisamente adquiriendo más. Una respuesta que puede ser peligrosa, porque ante la falta de dinero en las cuentas pueden verse empujados a créditos rápidos o a tirar de la tarjeta. De hecho, según confirma Abad, cuando la mayoría de los afectados llegan al tratamiento lo hacen precisamente porque están con el agua al cuello y la situación se ha convertido en un verdadero drama familiar.
Difícil de detectar
Para Lola García, de la asociación de consumidores Facua, la compra compulsiva es un «desequilibrio que padecen aquellas personas que buscan satisfacer alguna carencia emocional -falta de seguridad o de autoestima- a través de la adquisición de bienes» y que afecta a miles de personas. «La dificultad que tiene esta enfermedad es que muchas veces es indetectable porque vivimos en una sociedad en la que el hecho de comprar mucho, sin tener en cuenta la necesidad real de lo que se compra, se identifica con un estatus superior», dice García.
Aunque hay una serie de pautas que pueden servir para dar la voz de alarma. El hecho de que gasten excesivamente, compren sin planificar lo que necesitan e incluso lleguen a adquirir una y otra vez la misma cosa pueden ser señales a tener en cuenta. «Tras la fugaz sensación de felicidad, caen en la insatisfacción posterior y el arrepentimiento que les lleva a esconder las compras, a veces, sin ni siquiera haberlas desembalado», señala Lola García.
Según detalla Abad, el tratamiento en Amalajer pasa por asistir a terapia tres veces en semana durante los primeros meses, además de recibir apoyo psicológico individual. Además, es importante que la familia participe en las terapias abiertas y que asista a los grupos específicos para los parientes, porque en ocasiones supone un gran trauma en sus vidas darse cuenta de que su pareja, padre o hijo les ha estado engañando durante tanto tiempo. «La mayoría de los usuarios que comienzan el tratamiento con nosotros vienen empujados por la pareja, pero a medida que pasan las semanas terminan aceptando que son personas enfermas», asegura Abad.
Durante el tratamiento, que dura aproximadamente dos años -aunque depende de cada caso-, se recomienda que el afectado deje de salir a la calle con dinero y se le quitan todas las tarjetas de crédito. En Amalajer asesoran a las familias en el caso de que tengan que reestructurar sus deudas, fruto del desequilibrio económico que puede haber ocasionado el enfermo, y además se prohíbe al paciente entrar en centros comerciales y grandes almacenes y ni siquiera pueden ir al supermercado.
«Viene mucha más gente para consultarnos sobre las compras compulsivas porque sospechan que algún familiar o que ellos mismos pueden tener un problema serio», indica Abad. Aunque todavía son pocos los que realizan el tratamiento. De las 258 personas que están en los grupos de la asociación por diferentes adicciones, apenas el 5% acuden a los grupos de compradores compulsivos, aproximadamente el mismo porcentaje en el que se calcula que afecta esta adicción a la población general. Pese a lo que se pueda pensar, se da el mismo número de hombres que de mujeres. Pero Abad asegura que esta enfermedad afecta a más personas de las que pensamos.
Es más, según indica, ante las dificultades económicas, un comprador compulsivo puede reaccionar gastando más porque estas personas calman la ansiedad, miedos y frustraciones precisamente adquiriendo más. Una respuesta que puede ser peligrosa, porque ante la falta de dinero en las cuentas pueden verse empujados a créditos rápidos o a tirar de la tarjeta. De hecho, según confirma Abad, cuando la mayoría de los afectados llegan al tratamiento lo hacen precisamente porque están con el agua al cuello y la situación se ha convertido en un verdadero drama familiar.
Difícil de detectar
Para Lola García, de la asociación de consumidores Facua, la compra compulsiva es un «desequilibrio que padecen aquellas personas que buscan satisfacer alguna carencia emocional -falta de seguridad o de autoestima- a través de la adquisición de bienes» y que afecta a miles de personas. «La dificultad que tiene esta enfermedad es que muchas veces es indetectable porque vivimos en una sociedad en la que el hecho de comprar mucho, sin tener en cuenta la necesidad real de lo que se compra, se identifica con un estatus superior», dice García.
Aunque hay una serie de pautas que pueden servir para dar la voz de alarma. El hecho de que gasten excesivamente, compren sin planificar lo que necesitan e incluso lleguen a adquirir una y otra vez la misma cosa pueden ser señales a tener en cuenta. «Tras la fugaz sensación de felicidad, caen en la insatisfacción posterior y el arrepentimiento que les lleva a esconder las compras, a veces, sin ni siquiera haberlas desembalado», señala Lola García.
Según detalla Abad, el tratamiento en Amalajer pasa por asistir a terapia tres veces en semana durante los primeros meses, además de recibir apoyo psicológico individual. Además, es importante que la familia participe en las terapias abiertas y que asista a los grupos específicos para los parientes, porque en ocasiones supone un gran trauma en sus vidas darse cuenta de que su pareja, padre o hijo les ha estado engañando durante tanto tiempo. «La mayoría de los usuarios que comienzan el tratamiento con nosotros vienen empujados por la pareja, pero a medida que pasan las semanas terminan aceptando que son personas enfermas», asegura Abad.
Durante el tratamiento, que dura aproximadamente dos años -aunque depende de cada caso-, se recomienda que el afectado deje de salir a la calle con dinero y se le quitan todas las tarjetas de crédito. En Amalajer asesoran a las familias en el caso de que tengan que reestructurar sus deudas, fruto del desequilibrio económico que puede haber ocasionado el enfermo, y además se prohíbe al paciente entrar en centros comerciales y grandes almacenes y ni siquiera pueden ir al supermercado.