Una segunda razón es que Candy Crush es un juego de suerte, contrario a lo que se pueda pensar. Los colores aparecen de forma aleatoria y eso hace que el triunfo se vuelva inesperado. De hecho, el usuario pierde más veces de las que gana. Lejos de sacar las ganas de jugar, esto las refuerza. La estrategia es la misma que se usa en los slots de los casinos; la idea detrás es que si bien uno no puede predecir cuándo va a ganar, gana lo suficientemente seguido como para seguir jugando.
Según explicó a The Guardian el investigador en adicción a los juegos de la Universidad de Cambridge Steve Sharman, la impresión de que se tiene el control es vital para crear adicción. En el caso de Candy Crush, los elementos que ayudan a pasar de nivel (como un martillo-chupetín) lleva a pensar que se está afectando el resultado del juego.
Otro factor es cuánto tiempo se puede jugar en cada ocasión. El juego se bloquea por media hora luego de perder cinco veces, salvo que se compren vidas. La abstinencia hace que volver al juego sea más placentero, un efecto que científicos de Harvard y Columbia demostraron en un experimento con chocolate real: a quienes se les privó de la golosina por una semana, la disfrutaron más que aquellos que no la tenían prohibida.
Por último, el hecho de que el juego utilice dulces genera una asociación positiva en la mente, un detalle que, con toda seguridad, tampoco se le escapó a los autores del adictivo juego.
Una segunda razón es que Candy Crush es un juego de suerte, contrario a lo que se pueda pensar. Los colores aparecen de forma aleatoria y eso hace que el triunfo se vuelva inesperado. De hecho, el usuario pierde más veces de las que gana. Lejos de sacar las ganas de jugar, esto las refuerza. La estrategia es la misma que se usa en los slots de los casinos; la idea detrás es que si bien uno no puede predecir cuándo va a ganar, gana lo suficientemente seguido como para seguir jugando.
Según explicó a The Guardian el investigador en adicción a los juegos de la Universidad de Cambridge Steve Sharman, la impresión de que se tiene el control es vital para crear adicción. En el caso de Candy Crush, los elementos que ayudan a pasar de nivel (como un martillo-chupetín) lleva a pensar que se está afectando el resultado del juego.
Otro factor es cuánto tiempo se puede jugar en cada ocasión. El juego se bloquea por media hora luego de perder cinco veces, salvo que se compren vidas. La abstinencia hace que volver al juego sea más placentero, un efecto que científicos de Harvard y Columbia demostraron en un experimento con chocolate real: a quienes se les privó de la golosina por una semana, la disfrutaron más que aquellos que no la tenían prohibida.
Por último, el hecho de que el juego utilice dulces genera una asociación positiva en la mente, un detalle que, con toda seguridad, tampoco se le escapó a los autores del adictivo juego.