Entender la diferencia entre abuso y dependencia es fundamental para evitar minimizar un problema que afecta a entre un 3% y un 4% de los españoles. Por esta razón, el primer objetivo del equipo de Ferre ―integrado por una psiquiatra de adultos, uno de niños y adolescentes, un psicólogo clínico, una enfermera especialista en salud mental y una trabajadora social― es aclarar si una conducta, que en algunos casos puede ser percibida como molesta o problemática, representa un síntoma de una adicción. Desde la dependencia al juego en las casas de apuestas, hasta las compras compulsivas, pasando por la adicción al sexo y a las nuevas tecnologías como las redes sociales. En definitiva, todas las adicciones que no incluyen el consumo de sustancias ―como las drogas y el alcohol― y que, sin embargo, tienen exactamente las mismas consecuencias en la vida de quien las padece.
Además de ofrecer ayuda inmediata a los madrileños que sufren una adicción, el centro AdCom aspira a convertirse en una referencia a nivel internacional en el campo de la investigación. “Una vez que empecemos a funcionar a pleno régimen, hablamos de poder cribar unas 100 personas a la semana”, afirma Ferre. “De aquí a un año vamos a tener datos de más de 4.000 pacientes. Es una muestra excepcional para conseguir avanzar en un campo que sigue siendo difícil de investigar”.
El primer paso es la detección del problema. Los madrileños que creen tener una adicción o un trastorno mental pueden pedir cita para acceder al cribado directamente desde la web o la aplicación de la Tarjeta Sanitaria Virtual, sin pasar por el filtro del médico de cabecera o el centro de salud. “De esta forma no hay estigma, muchas veces da vergüenza reconocer ante otra persona que se sufre una adicción. Desde un punto de vista psicológico, es muy importante que sea el mismo paciente quien decida dar un paso adelante. Reconocer que se necesita ayuda es fundamental para el tratamiento”, explica Mercedes Peña, la supervisora de enfermería del centro.
Durante la primera semana de vida de AdCom, ya han pasado por la fase de cribado 20 potenciales pacientes. Se trata mayoritariamente de adultos: solamente uno de ellos era menor, una circunstancia que no sorprende a los especialistas. “Los niños están de vacaciones y viven mucho más relajados. Seguramente después del verano vamos a tener muchos casos de adicciones a los videojuegos”, aclara Ricardo Miguel Hodann, el psicólogo clínico.
Una vez citados, el proceso de cribado se realiza presencialmente en una sala del Instituto de Psiquiatría del hospital. Los adultos rellenan los cuestionarios directamente desde su móvil con la aplicación del servicio madrileño de salud, mientras a los niños se les proporciona una tablet. Las preguntas ―a las que se contesta con un “sí” o “no”, o marcando unos valores que van de “nunca” a “muy a menudo”― identifican si el potencial paciente sufre no solamente algún tipo de adicción de comportamiento, sino también a sustancias o trastornos de salud mental, como pueden ser ansiedad o depresión.
Líneas rojas entre abuso y adicción
“Claramente, no todos los cribados van a acabar en un diagnóstico de adicción”, subraya Ferre, que insiste en que el porcentaje de población que sufre una dependencia no suele superar el 4%, aunque sube hasta el 5% en el caso de las adicciones a los videojuegos entre los más jóvenes. “Si el primer cribado ha resultado en un porcentaje tan elevado de adicciones, es probablemente porque la clínica acaba de abrir y estos pacientes han visto en ella una esperanza”.
A nivel psicológico, hay cuatro señales que indican el paso a la adicción. Se empieza por una dedicación excesiva a una conducta, hasta alcanzar la tolerancia ―es decir, es necesario aumentar cada vez más el tiempo que se destina a la adicción para conseguir la estimulación. Si por alguna razón al adicto se le priva de esa conducta, empieza a sufrir un gran malestar físico y psicológico, que se conoce como abstinencia.
La última señal son las consecuencias negativas que esta conducta tiene sobre la vida del paciente. “Cargarse la familia, tener problemas en el trabajo o llegar a perderlo… no hace falta tener una dependencia al alcohol para llegar a tanto. Quien tiene un adicción a las compras puede acabar gastando el sueldo entero en objetos que acumula en casa sin estrenar, endeudarse hasta el cuello y caer en depresión”, explica la psiquiatra Marisol Roncero Rodríguez, que durante su carrera ha tratado muchos casos de compras compulsivas, una adicción que afecta sobre todo a las mujeres.
En caso de detectar un uso problemático, “la tarjeta amarilla de las adicciones”, las trabajadoras sociales del centro van a proporcionar información sobre grupos de apoyo para poder controlar el riesgo de dependencia. Si la tarjeta amarilla se convierte en roja, el paciente es citado en el centro para una evaluación más exhaustiva y empezar a tratar la adicción que padece. “A partir de la primera evaluación, se ofrece al paciente un plan terapéutico que va desde las 12 hasta las 24 semanas, con tratamiento psiquiátrico y psicoterapia individual o grupal”, explica Hodann.
Entender la diferencia entre abuso y dependencia es fundamental para evitar minimizar un problema que afecta a entre un 3% y un 4% de los españoles. Por esta razón, el primer objetivo del equipo de Ferre ―integrado por una psiquiatra de adultos, uno de niños y adolescentes, un psicólogo clínico, una enfermera especialista en salud mental y una trabajadora social― es aclarar si una conducta, que en algunos casos puede ser percibida como molesta o problemática, representa un síntoma de una adicción. Desde la dependencia al juego en las casas de apuestas, hasta las compras compulsivas, pasando por la adicción al sexo y a las nuevas tecnologías como las redes sociales. En definitiva, todas las adicciones que no incluyen el consumo de sustancias ―como las drogas y el alcohol― y que, sin embargo, tienen exactamente las mismas consecuencias en la vida de quien las padece.
Además de ofrecer ayuda inmediata a los madrileños que sufren una adicción, el centro AdCom aspira a convertirse en una referencia a nivel internacional en el campo de la investigación. “Una vez que empecemos a funcionar a pleno régimen, hablamos de poder cribar unas 100 personas a la semana”, afirma Ferre. “De aquí a un año vamos a tener datos de más de 4.000 pacientes. Es una muestra excepcional para conseguir avanzar en un campo que sigue siendo difícil de investigar”.
El primer paso es la detección del problema. Los madrileños que creen tener una adicción o un trastorno mental pueden pedir cita para acceder al cribado directamente desde la web o la aplicación de la Tarjeta Sanitaria Virtual, sin pasar por el filtro del médico de cabecera o el centro de salud. “De esta forma no hay estigma, muchas veces da vergüenza reconocer ante otra persona que se sufre una adicción. Desde un punto de vista psicológico, es muy importante que sea el mismo paciente quien decida dar un paso adelante. Reconocer que se necesita ayuda es fundamental para el tratamiento”, explica Mercedes Peña, la supervisora de enfermería del centro.
Durante la primera semana de vida de AdCom, ya han pasado por la fase de cribado 20 potenciales pacientes. Se trata mayoritariamente de adultos: solamente uno de ellos era menor, una circunstancia que no sorprende a los especialistas. “Los niños están de vacaciones y viven mucho más relajados. Seguramente después del verano vamos a tener muchos casos de adicciones a los videojuegos”, aclara Ricardo Miguel Hodann, el psicólogo clínico.
Una vez citados, el proceso de cribado se realiza presencialmente en una sala del Instituto de Psiquiatría del hospital. Los adultos rellenan los cuestionarios directamente desde su móvil con la aplicación del servicio madrileño de salud, mientras a los niños se les proporciona una tablet. Las preguntas ―a las que se contesta con un “sí” o “no”, o marcando unos valores que van de “nunca” a “muy a menudo”― identifican si el potencial paciente sufre no solamente algún tipo de adicción de comportamiento, sino también a sustancias o trastornos de salud mental, como pueden ser ansiedad o depresión.
Líneas rojas entre abuso y adicción
“Claramente, no todos los cribados van a acabar en un diagnóstico de adicción”, subraya Ferre, que insiste en que el porcentaje de población que sufre una dependencia no suele superar el 4%, aunque sube hasta el 5% en el caso de las adicciones a los videojuegos entre los más jóvenes. “Si el primer cribado ha resultado en un porcentaje tan elevado de adicciones, es probablemente porque la clínica acaba de abrir y estos pacientes han visto en ella una esperanza”.
A nivel psicológico, hay cuatro señales que indican el paso a la adicción. Se empieza por una dedicación excesiva a una conducta, hasta alcanzar la tolerancia ―es decir, es necesario aumentar cada vez más el tiempo que se destina a la adicción para conseguir la estimulación. Si por alguna razón al adicto se le priva de esa conducta, empieza a sufrir un gran malestar físico y psicológico, que se conoce como abstinencia.
La última señal son las consecuencias negativas que esta conducta tiene sobre la vida del paciente. “Cargarse la familia, tener problemas en el trabajo o llegar a perderlo… no hace falta tener una dependencia al alcohol para llegar a tanto. Quien tiene un adicción a las compras puede acabar gastando el sueldo entero en objetos que acumula en casa sin estrenar, endeudarse hasta el cuello y caer en depresión”, explica la psiquiatra Marisol Roncero Rodríguez, que durante su carrera ha tratado muchos casos de compras compulsivas, una adicción que afecta sobre todo a las mujeres.
En caso de detectar un uso problemático, “la tarjeta amarilla de las adicciones”, las trabajadoras sociales del centro van a proporcionar información sobre grupos de apoyo para poder controlar el riesgo de dependencia. Si la tarjeta amarilla se convierte en roja, el paciente es citado en el centro para una evaluación más exhaustiva y empezar a tratar la adicción que padece. “A partir de la primera evaluación, se ofrece al paciente un plan terapéutico que va desde las 12 hasta las 24 semanas, con tratamiento psiquiátrico y psicoterapia individual o grupal”, explica Hodann.