Además, Jaume Montané, añade que hace años nos decían a los padres que había que apagar la televisión mientras comíamos para favorecer la comunicación familiar.
Ahora, en muchos hogares sus miembros están juntos físicamente, pero a mucha distancia que están conectados y centrados en sus móviles.
DECÁLOGO DE CONSEJOS
Ante este panorama, esta empresa ha decidido diseñar un decálogo de consejos para evitar esta nueva adición digital y que esperan que tomen nota de él tanto en en colegios, institutos y asociaciones de padres para que lo pongan en práctica.
Recomendaciones para padres:
Observar el uso que los hijos hacen del móvil y hacer el proceso de aprendizaje de uso conjunta y simultáneamente. El teléfono móvil no debe separarnos por ser un instrumento con una tecnología o lenguaje por nosotros desconocidos.
Acordar unas normas de uso en cuanto a tiempos, lugares, contenidos y maneras.
Poner un límite de gasto mensual y de tiempo de uso del móvil y hacer responsable a nuestro hijo del gasto que genera su móvil. Para ello es recomendable que conozca las tarifas telefónicas: horarios más caros de llamadas, coste de establecimiento de llamada, coste de envío de mensajes de texto o multimedia, precio de las descargas y otras utilidades.
No deberíamos permitirle superar los límites establecidos y, si ocurriera, habría que hacerles corresponsables de los gastos de más que se hayan generado.
Enseñarle a utilizarlo sólo cuando sea necesario y no haya otra forma de comunicarse.
Pedirle que sus conversaciones sean cortas.
Los teléfonos móviles disponen de numerosas aplicaciones educativas; es importante explorar estas opciones con nuestros hijos para que perciban que un terminal móvil tiene un abanico de posibilidades que pueden servir de apoyo y complemento a su proceso educativo.
Razonar con el menor unas normas respetuosas hacia terceros sobre contenidos, fotos y vídeos, compartir con otras personas sus imágenes y, por supuesto, la no distribución de aquellas que sean de otros sin su autorización o que puedan perjudicar irreversiblemente la imagen de cualquiera.
Pedirle que apague el teléfono cuando no lo necesite o no deba utilizarlo: mientras estudia, está en el colegio, mientras come o duerme cuando está en lugares públicos exigentes de atención o silencio...
Instalar filtros parentales, programas que evitan un uso indebido del teléfono o impiden el acceso a determinados tipos de contenidos.
Educar con el ejemplo es muy importante, los hijos replican las conductas de sus padres. Evitemos las llamadas largas o repetitivas, tampoco utilicemos nuestro terminal para expresar problemas o estados emocionales (preocupación, enfado, etc) en presencia de los hijos.
Recomendaciones para menores:
Utiliza tu móvil sólo cuando sea necesario. Tendrás que pactar con tu familia las situaciones de uso.
Utilízalo de forma que no te aísle de las personas que te rodean. Y cuando lo hagas observa las normas básicas de educación y cortesía.
Apaga el teléfono móvil en lugares donde no esté permitido su uso.
Da prioridad a las personas con las que estás hablando físicamente frente a la persona que te llama al móvil. No ocurre nada por no contestar una llamada en un momento determinado, ya que se puede responder con otra llamada más tarde. Si es estrictamente necesario contestar al instante, pide disculpas a la persona con la que estés.
No permitas que los dispositivos móviles te aíslen del mundo real.
Controla lo que gastas cada mes y conoce las tarifas de tu teléfono. Recuerda no sobrepasar el límite acordado.
Utiliza los medios de comunicación que mejor se adapten a cualquier circunstancia y que sean menos invasivos: el teléfono fijo para llamar a otro fijo, el correo electrónico, una reunión de amigos, sistemas de mensajería instantánea...
Pide permiso antes de fotografiar o grabar a alguien.
Sé consciente de los beneficios de tener y saber usar un dispositivo móvil y de los peligros que también supone.
Read more: ¿Qué podemos hacer si nuestros hijos son adictos a los móviles?
El curso de monitores de FAJER inagurado por la junta directiva de FAJER y el Responsable de Voluntariado de la Junta de Andalucía celebrado el sábado 26 de Abril de 2014 en el área de servicio de El Manzanil de Loja (Granada) ha sido un éxito de participación y realización.
La igualdad entre mujeres y hombres ha hecho que la adicción al juego ya no sea una cuestión meramente masculino. Algunos estudios sugieren que el 30% de los ludópatas son mujeres, y que esta cifra sigue creciendo. ¿Las causas? Los expertos creen que el mayor acceso a las nuevas tecnologías es responsable de esta situación que cada vez más altera la vida diaria de los afectados.
La adicción al juego, explica Francisco Ferre, psiquiatra del Hospital Gregorio Marañón de Madrid, «es un trastorno crónico incapacitante que tiene importantes consecuencias negativas para las personas que lo padecen, pero también para su entorno». En este sentido, la creciente oferta de juego a través de Internet y la presencia incontrolada de máquinas tragaperras, bingos y casinos ha incrementado los casos de ludopatía. Así, se calcula que entre el 2% y el 3% de la población adulta española tiene problemas con el juego, (más de un millón de personas) un trastorno que puede afectar a hombres y mujeres, aunque suelen tener un perfil de adicción distinto. «Hoy, las mujeres constituyen el 30% del total de ludópatas, pero sin embargo solo el 10%-15% acuden a centros de tratamiento en busca de ayuda», señala el doctor Enrique Echeburúa, de la Universidad del País Vasco.
Según este experto, la mujer afectada por el trastorno de juego es más reacia a reconocer su problema y se enfrenta a una doble moral social ya que «al hombre se le tolera el juego excesivo, pero a la mujer en cambio se le tilda de viciosa, lo que conlleva una ocultación del problema más tenaz y una mayor resistencia a la búsqueda de ayuda».
El juego patológico, explica Ferre, es una alteración grave que impacta en el paciente y en su entorno y es que, esta adicción suele ir acompañada de otros problemas psiquiátricos como el consumo de alcohol y drogas en hombres, y la depresión en las mujeres. «El juego interfiere en sus horas de sueño o reduce los contactos con las familias, etc.».
En este contexto, los expertos insisten en la necesidad de considerar la existencia de una patología dual, esto es, la presencia simultánea de una adicción y otro trastorno mental. «El sufrimiento causado por las pérdidas económicas y la inseguridad de ser descubierta generan un estado de inestabilidad emocional. Además, los autoengaños deterioran la autoestima de la mujer ludópata facilitando la aparición de un estado de ánimo deprimido» aclara Echeburúa.
En el ámbito familiar es llamativo señalar la intransigencia que se produce cuando la ludopatía entra en una casa, ya que la reacción de la pareja masculina es mucho más intransigente que cuando es él quien tiene problemas con el juego y, como consecuencia se ha evidenciado que existe violencia de pareja en un 70% de las mujeres afectadas, especialmente en aquellas que están en baja prolongada y/o jubiladas. «Este dato multiplica por seis la tasa de violencia de género registrada en la población normal que se sitúa en el 11%», señala Echeburúa.
Ambos sexos presentan patrones y perfiles diferenciales de comportamiento ante el juego patológico que se manifiesta tanto en los tipos de juego elegidos para la adicción, la motivación, los factores psicopatológicos y el impacto en la vida cotidiana. Así, el perfil de la ludópata corresponde a una mujer de entre 46 y 65 años y adicta al bingo que recurre al juego para hacer frente a problemas personales como el estrés, la soledad o la evasión de los problemas.
En líneas generales, «las mujeres se inician más tardíamente en el juego, pero desarrollan problemas más rápidamente y la progresión hacia el trastorno es más rápida. Es decir, las mujeres tardan más en empezar a jugar, pero se ‘enganchan’ al juego antes», resume Echeburúa.
Lo que sí que parece claro es que a medida que se desarrollan las Tecnologías de la Información y Comunicación y conforme se incentiva su consumo y aumenta su disponibilidad, algunas personas llegan a desarrollar problemas con una sintomatología similar a la de los trastornos adictivos. Muchas personas, señala Ferre, «están permanentemente pendientes de su teléfono o de su tableta y no pueden separarse de ella. Y, aunque no son realmente adictos, es una conducta peligrosa», concluye Ferre.