AONUJER 30 años luchando contra la ludopatía en Huelva y su provincia.
Esta entidad umple el próximo dia 13 de junio 30 años de trabajo y lucha contra las ludopatías en la actualidad da tratamiento a 248 personas adictas al juego y otras adicciones (compras, telefonía, cleptomanía, etc..). Su presidente, Jorge Barroso Barrera, advierte que "no debe bajarse la guardia, ya que la problemática de los juegos online crece. Son un reclamo para la gente joven que quiere ganar dinero fácil".
Debido a que se requiere un cierto manejo del ordenador, el avance de esta forma de apostar está provocando un descenso de la edad de los jugadores patológicos. Hace unos años, el ludópata que acudía a la asociación tenía entre 45 y 55 años, mientras que en la actualidad ronda los 25. Aunque tenemos personas que desde los 14 años intentan superar su dependencia.
Las tragaperras y la ruleta electrónica, encabezan la lista de adicciones. Hace unos años, el segundo lugar lo ocupaban los bingos presenciales. Pero en la actualidad, este puesto ha sido ocupado por el juego online. "Esta modalidad de juego sube posiciones y con mucha fuerza".
Las casas de juego online no son ajenas a la situación de la pandemia y crisis que existe en España y por ello permiten apuestas desde cantidades muy pequeñas. "Y con menores cantidades, la persona juega más tiempo. Ahora se juega con cifras menos abultadas, pero cada vez juega más gente. La sociedad no es consciente de la problemática que se está generando".
Detrás de cada caso que llega a Aonujer hay verdaderos dramas personales y familiares. Ludópatas que dejan de pagar la hipoteca, que empiezan a tener problemas en los trabajos porque usan para jugar un dinero que no es suyo o que acumulan una deuda de hasta 60.000 euros por haber pedido préstamos a las casas que dan dinero fácil y sin avales, para satisfacer su adicción. Desde 1o de año hasta la fecha se han incorporado a tratamiento en los Grupos de Autoayuda y Ayuda Mutua 29 personas adictas, la mayor parte de ellos jóvenes y 23 familiares de estos, pues ya no hace falta ir a un casino o a un bingo para gastarse el sueldo del dia o del mes. Ahora la tentación está en casa. Basta con encender el ordenador y comenzar a jugar.
La persona Adicta o Ludópata es aquel que después de jugar vuelve a apostar para recuperar lo perdido, el que empieza a mentir para ocultar en qué ha gastado el dinero o el que por el juego deja de cumplir con sus obligaciones. Con el juego online, se allana el camino hacia la ludopatía. "Porque es más fácil jugar. Puede hacerse desde casa e incluso desde el móvil".
Los ludópatas pueden auto prohibirse su entrada en casinos y bingos presenciales. En cambio, el control en las salas de juego online es más difícil. Incluso, porque el jugador patológico puede llegar a suplantar la identidad de un familiar o de otras personas para utilizar su tarjeta de crédito en la que carga el coste de su adicción.
Así que algunos ludópatas, además de arruinar empresas propias o ajenas, de acumular deudas por préstamos pedidos para jugar o de perder la casa por no pagar la hipoteca, pueden hasta tener problemas judiciales.
Generalmente, son estas situaciones en la que el adicto toca fondo, es la que le empujan a pedir ayuda. Los ludópatas presenciales son de mayor edad y suelen llegar a Aonujer de la mano de su pareja. Los adictos online son generalmente son más jóvenes y lo hacen forzados por sus padres por ello.
Desde esta asociación quieren alertar a las familias y hacemos un llamamiento a aquellas que hayan observado en sus hijos una conducta que pueda estar relacionada con éste problema, tales como: agresividad, mentir continuamente, cambios frecuentes de humor, merma en su economía particular de la cual no puedan dar justificación alguna, estos signos podrían ser evidentes de que puedan haber sido atrapados por las garras del juego ( máquinas tragaperras, bonolotos, cupones etc.), ya que el bombardeo de la publicidad es un continuo eslogan de que tentando al azar te vas a convertir en millonari@.
Aonujer dispone de un equipo terapéutico compuesto por una psicóloga, un trabajador social, una abogada, una administrativa y veintiseis monitores/as cualificados, que se encargan de supervisar todo el tratamiento impartido en la asociación.
Esta asociación está integrada en la Fejar y Fajer (Federaciones Española y Andaluza de Jugadores de Azar Rehabilitados), además cuenta con el apoyo de las distintas Instituciones Públicas (Consejería de Salud y Familia de la Junta de Andalucía, Puerto de Huelva, Ayuntamiento de Huelva, Ayuntamiento de Palos de la Frontera y Diputación Provincial), también colabora La Entidad La Caixa.
Está instalada en Huelva capital, Avenida Cristóbal Colón 91, su horario es de 18'00 a 21'00 horas para atender a las personas que lo necesitan y durante el resto del día y la noche las llamadas son atendidas por un Monitor en el número 959285078, además disponemos de un teléfono móvil para atender a toda la provincia de Huelva y su número es 666321906. Correo electrónico
Si tú que lees éstas líneas y crees que tienes problemas con los juegos de azar o algunos de los tuyos, pide ayuda, merece la pena. Desde Aonujer, queremos dar un mensaje de esperanza a todos los onubenses que puedan estar afectados por esta patología, que si otros hemos salido de las garras del juego, tú también puedes. Juntos contra el juego patológico.
Jorge Barroso Barrera,
presidente de Aonujer
La vergüenza no conseguía quitársela de encima. “Entraba en el salón mirando a todos lados para comprobar que nadie me veía, es que estaba en mi barrio”, continúa. Se fue alejando paulatinamente de la gente de su entorno, nunca tenía dinero “para salir de fiesta o ir a cenar con mis amigos”. Todo iba a al mismo sitio y con la misma gente. Silvia dice que los otros jugadores pasaron a ser su familia. Incluso había camareros con el mismo problema que le daban dinero para que apostara por ellos porque lo tenían prohibido. Muchas noches, cuando bajaban la persiana a las tres de la madrugada, se quedaban dentro y salían de día. “Me cruzaba con los que volvían de fiesta o los que iban a trabajar”, rememora. Más culpa y más remordimientos: “Te sientes como una mierda. En el local tenían un datáfono para que pudieras ir sacando dinero con tu tarjeta. De 50 en 50, de pronto mirabas y te quedaban cien euros. Entonces, me decía a misma que no iba a volver a jugar porque a ver cómo pagaba el teléfono”.
En su casa no sabían nada. Su madre sospechaba de las drogas por su comportamiento errático y sus cambios de humor. A ella le daba pánico que se enteraran, así que les esquivaba lo que podía. Este círculo vicioso y maldito se rompió de pronto, gracias a un comentario de una camarera: “Hubo una tarde en que a una de las chicas se le escapó, entre risas, que el carnicero había firmado el autoprohibido para que le impidieran entrar”. Silvia no sabía lo que era aquello, pero se le entreabrió una rendija por la que iba a entrar la curación. Mientras cuenta su historia a este periódico, le acompaña una amiga que fue su primera cómplice para salir del agujero. Fue ella la que la llevó de la mano a la sede del Ayuntamiento que gestionaba esos vetos autoimpuestos.
Aunque ella solo jugaba a la ruleta, “que fue mi perdición”, firmó todos los tipos de apuesta que venían en aquel formulario. Por si las moscas. Se suponía que en tres días entraría en vigor y se le prohibiría la entrada a cualquier sala de juegos de azar. Informó en su local habitual de lo que había hecho y obtuvo la respuesta propia de un negocio que vive de la miseria de la gente: “Uy, eso tarda semanas, vente mañana y pruebas”. No lo hizo. Se mantuvo firme y muy ocupada y esa misma semana contó en casa lo que le sucedía. No se lo podían creer.
A esas alturas Silvia estaba diagnosticada ya con depresión y le habían recetado medicación y la baja laboral. Su ánimo estaba carcomido por la pulsión del juego y su rendimiento en el trabajo se había resentido. El fin de semana de la gran confesión a su madre contó con el apoyo de su tía: “Fue un domingo, el 20 de abril de 2018. Mi tía le sirvió un cubata a mi madre y se puso otro ella. Y yo con mi tila. Me lie a llorar sin parar cuando se lo iba contando. Se quedó en shock”.
A partir de ese momento se quedó sin tarjetas de crédito y al día siguiente estaba pidiendo ayuda en Amalajer, la asociación que le ha cambiado la vida. El doble estigma de mujer y jugadora le golpeó nada más entrar. En la primera terapia de grupo, ella era la única chica. Luego llegaría otra, pero lo más importante fue darse cuenta de que “todos teníamos la misma enfermedad y habíamos hecho las mismas cosas”. La mochila compartida le restó peso a la carga emocional: “Comprobé que no estaba sola, que no era una mala persona ni estaba chalada. Que sufría de ludopatía, un trastorno que ni sabía que existía. Algunos tenemos una personalidad adictiva y punto, me enganché al juego pero podría haber sido cualquier otra cosa”.
El 3 de noviembre del año pasado, el Gobierno aprobó un real decreto para regular la publicidad del sector de las apuestas y juegos de azar. El aumento exponencial de jóvenes en estos salones diseminados por España (más de 5.000) ha despertado todas las alertas. Tal y como asegura esta ex adicta, en estos locales “ves menores todo el rato, se hace la vista gorda”. “A la juventud la están haciendo enfermar, las instalaciones son cada vez más llamativas. Da mucha pena ver entrar a niños tan pequeños”, asegura. Aunque la distancia entre una sala y otra sí está regulada (depende de cada comunidad autónoma), “les da lo mismo que estén cerca de un colegio” y “es imposible ver un partido de fútbol sin tragarte veinte anuncios de apuestas”. Si uno se abstrae del contexto, es como si de pronto surgiera una tienda de cocaína cada 500 metros. Es cierto que no todo el que juega acaba enganchado, tampoco el que esnifa una vez se convierte en adicto y no por eso está institucionalizada la venta de sustancias.
En otoño pasado, Silvia recibió el alta terapéutica. Han sido dos años llenos de normas que no podía saltarse: no llevar dinero, no mentir, no jugar a nada (ni al parchís) que implica victoria o derrota, no beber. Sabe que nunca podrá volver a apostar ni lo que no significa que pueda volver a apostar, a sentir el subidón de la incertidumbre de dónde caerá la bolita. No le importa. Está muy orgullosa de lo que ha conseguido y de lo que ha ganado: “Me han enseñado a vivir, es todavía mejor de lo que suena. El juego te come la vida. Ahora mi relación con mis padres es estupenda. Me siento con mi madre y charlamos, simplemente. Nos contamos nuestras cosas. Todo ha vuelto a su cauce”. Qué más se puede pedir.
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