Un tercio de los españoles (el 34%) asegura estar continuamente pendiente del WhatsApp o de otra aplicación similar, según el barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) publicado este martes. Los resultados de esta encuesta muestran que siete de cada diez ciudadanos utiliza una aplicación de mensajería, generalmente WhatsApp, de los que casi la mitad, el 48,8%, asegura que la consulta continuamente. En concreto, de los 2.476 entrevistados por el CIS, 841 aseguraron estar enganchados a este tipo de servicios. Y uno de cada diez dice haberse arrepentido de algún mensaje, vídeo o foto que ha enviado alguna vez a través de las nuevas tecnologías, mientras que un 5,4% ha tenido algún problema por contenidos que otros han enviado sobre ellos.
La encuesta revela además que ocho de cada diez padres (80,4%) han hablado con sus hijos sobre los usos y riesgos de las nuevas tecnologías, frente a un 18,3% que nunca lo ha hecho. Además, el 70,5% de los españoles ha pedido alguna vez ayuda a su hijo sobre problemas con el teléfono móvil y el 43,6% sobre el ordenador o internet.
Intimidad
La parte negativa, según el CIS, es que la mayoría de usuarios considera que por culpa de estas tecnologías ha disminuido la protección de la intimidad (80,6%), la comunicación entre padres e hijos (67,9%), además de haber ayudado a aumentar los conflictos dentro de las familias (51,5%).
En total, los españoles se gastaron en juego presencial 23.425 millones de euros en 2013, una cifra equivalente al 2,5% del PIB nacional. Así, durante los primeros nueve meses de 2014, se realizaron 90 millones de apuestas presenciales y se invirtió en ellas cerca de 660 millones de euros.
Pero, ¿por qué acudir acudir a una casa de apuestas cuando la puedes tener en tu misma mano 365 días al año las 24 horas al día? «Los jóvenes siguen acudiendo a casas de apuestas porque alrededor de ellas existe una cultura de socialización», cuenta Juan Lamas, director técnico de la Federación Española de Jugadores de Azar Rehabilitados (Fejar). «Allí pueden ver a sus ídolos y apostar, desde fútbol o baloncesto hasta carreras de galgos en Indochina si se lo proponen».
Para Germán Gusano, director de la Fundación Codere, el «componente de emoción de las apuestas» o la «idea de comunidad que se crea en los locales», los convierte en lugares para compartir la pasión por los deportes, en «una forma más de ocio». Sin embargo, el peligro que entraña exponerse a una actividad adictiva supone un riesgo que no todo el mundo es capaz de gestionar. Según Gusano, «las arcas públicas ingresan cantidades que rondan los 4.000 millones de euros por vía impositiva», y es, por tanto, el Estado es el que tiene que asumir principalmente «el tratamiento la asistencia del impacto social generado».
Partidos como el del pasado domingo entre el F.C. Barcelona y el Madrid mueven sólo en España alrededor de 20 millones de euros en apuestas. El 70% de ellas se realizan durante el transcurso del encuentro y, el resto, los días previos. Por su parte, la inversión publicitaria que los operadores destinan a un evento de estas características y que les será devuelta con creces asciende hasta en un 200%.
Ese día, los locales se encuentran a rebosar. Acudimos a uno del centro de Madrid y, entre su clientela encontramos a un buen número de jóvenes veinteañeros. Entre ellos, Javier y Alfonso, estudiantes de Ingeniería y Marketing y habituales apostadores, según confiesan. Las luces, la disposición de las máquinas, las enormes pantallas, el rojo de la moqueta -considerado el color de la suerte- o los vales que regalan en la entrada; todo está diseñado para aventurarse en los designios de la diosa fortuna. Evitar la tentación es tarea más que complicada.
«He de decir que yo soy bastante ludópata», bromea Alfonso entre cervezas. «Hoy no pretendo dejarme más de 10 pavos. No es demasiado. Si quieres ganar mucho hay que ingresar grandes cantidades».
- ¿Y dónde está el límite?
- El límite lo pones tú. No hay que volverse loco y saber que, aunque puedes ganar dinero, también lo puedes perder.
En el caso de Ismael, que lleva un par de años con su adicción controlada gracias a la terapia recibida en la Asociación Fuenlabreña de Jugadores en Rehabilitación (Afujer) -integrada por voluntarios-, ese límite nunca existió. «Ganar era La Felicidad. No había en mi vida nada semejante a esa sensación. Y ya no se trataba sólo de ganar, sino, simplemente, de jugar», recuerda. Perder, en cambio, era poner los pies en la tierra por un instante, volver a recrearse en todos sus fantasmas y decir: «Vale, soy un fracasado. La he vuelto a liar». Al día siguiente estaba jugando otra vez para intentar recuperar lo perdido.
En Madrid, los locales de apuestas de distritos como Moncloa o Argüelles, cercanos a la Ciudad Universitaria, acogen a un buen número de universitarios los días de partido. «Nuestra clientela es bastante heterogénea, pero un buen porcentaje de ella son chavales que estudian», confesaba el pasado miércoles el responsable de una de estas casas de apuestas mientras en sus pantallas se proyectaba el F.C. Barcelona-Manchester City y que prefiere no revelar su nombre.
Según el director técnico de Fejar, el perfil tipo de los adictos ha cambiado. Si hace años el paciente rondaba los 30-35 años, con el 'boom' de internet y la legalización del juego 'online' en España en 2013, el intervalo de edad se sitúa ahora entre los 18 y los 25. Aun así, el perfil de jugador online y offline es similar. «Jóvenes, estudiantes o parados, solteros, que conviven con sus padres y, mayoritariamente, hombres», describe Lamas.
Susana Jiménez-Murcia, psiquiatra de la Unidad de Juego Patológico del Hospital de Bellvitge (Barcelona) asegura que los perfiles psicopatológicos son similares en ambos casos. Sin embargo, matiza: «En el juego online suelen tener un nivel más alto de estudios y un mayor poder adquisitivo. El resto de variables son muy parecidas».
En España, se calcula que un 90% de la población practica alguna actividad de juego a lo largo de su vida. Si incluímos la Lotería, la cifra asciende al 97%. La posibilidad de que alguno de nosotros pueda llegar a desarrollar un trastorno de adicción al juego se eleva al 1%, según los distintos estudios, aunque en poblaciones de riesgo como los jóvenes puede llegar al 5%.
El auge de las apuestas deportivas en los últimos años también ha propiciado la aparición de una figura arraigada en los países anglosajones: el 'tipster' -pronosticador sería la traducción-.
Bernabé Velázquez, un joven castellanomanchego de 28 años, graduado en Administración y Dirección de Empresas (ADE), se dedica a ello. Cada jornada de Liga analiza las cuotas de las distintas casas de apuestas y aconseja a otros usuarios sobre la forma en la que jugarse su dinero a través de Twitter -donde atesora casi 7.000 seguidores-, blogs y distintas webs especializadas.
La clave, según explica, está en el análisis pormenorizado de todas las circunstancias y en el método. «En el mundo de las apuestas es básico tener la cabeza bien fría y pensar a largo plazo. De nada sirve guiarse por los impulsos ni aumentar las cantidades para ganar lo perdido», comenta.
Su buen hacer en el mundo de las apuestas le llevó a que le cortasen el grifo en una conocida web tras ganar importantes sumas de dinero durante varias jornadas consecutivas. Los jugadores expertos consideran que este tipo de prácticas deberían ser ilegales. Sin embargo, puede que ésta sea la más clara muestra de una realidad que no todo el mundo es capaz de percibir: la banca siempre gana.
La historia de Jorge, cuyo nombre verdadero prefiere no revelar, es la de un joven que ha vivido a la deriva desde la adolescencia. Carne de cañón tras la búsqueda de los sietes de una tragaperras o la mano ganadora en partidas de póker (tercera causa de ludopatías tras las apuestas deportivas), la suerte siempre le ha dado la espalda. Mientras derrochaba miles de euros en partidas 'online', veía a otros ídolos del deporte, los mismos que anunciaban los torneos, jugarse cientos de miles de euros en directo a través de internet. Así lo relata él en primera persona: «Empecé con 17 años. Primero con pocas cantidades. Cada vez que iba a un bar, con que me tomase dos cervezas, ya me calentaba. Veía la máquina y me ponía a jugar. Con 21 años tuve una época en la que no tenía dinero para jugar y empecé a cometer pequeños robos. Aparte, consumía cocaína. Era tan estúpido que cogía y al día siguiente me jugaba el dinero en el mismo bar en el que lo había robado. Fue con 24 o 25 años cuando conocí el póker por la televisión. Me hice una cuenta y comencé ingresando 10 o 20 euros a la semana. Luego esto se convirtió en una necesidad. Había veces en que llegaba a subir hasta cantidades altas, 1.000 o 1.100 euros que luego podía perder en tres o cuatro manos. Nunca saqué más de 50. Tuve que autodenunciarme para que me cerraran las puertas de webs y locales».