3. No disfrutas con las apuestas. Pensar en gastarse unos euros en el juego debería ser igual que hacerlo en el cine, en un concierto, o en coleccionar maquetas de trenes. Si el juego es una vía de escape a tu vida miserable o a otros problemas, si tu actuación es compulsiva y no de ocio, también deberías recapitular.
4. Sigues jugando para recuperar lo perdido. Es una de las peores opciones que existen, aunque es muy fácil incurrir en este error. ¿Por qué crees que va a cambiar tu suerte? Lo más fácil es caer en tilt, como dicen los jugadores de póquer, y empezar a cometer errores cada vez mayores que casi con toda seguridad aumentarán tus pérdidas aún más. Una de las señales de un gran jugador es saber levantarse a tiempo de una partida que no nos conviene.
5. Cada vez juegas más dinero. No es el caso de los jugadores racionales (también los hay), quienes después de superar un nivel durante un tiempo pasan al siguiente, siempre con un respetuoso control de banca. Si la adrenalina que genera el juego te impulsa a jugar cada vez más dinero para seguir sintiendo lo mismo, es que te has convertido en un yonki del azar.
6. Haces cualquier cosa para conseguir dinero para el juego. No hay que ser muy listo para saber que este es un síntoma extremo. Más allá de consideraciones morales y penales, robar, engañar y recurrir a cualquier tipo de crímenes para acabar jugándote el dinero no solo es una estupidez, sino que entrarás en un camino de muy difícil retorno.
7. Antepones el juego a otras cosas importantes. El autoengaño puede alcanzar la maestría en algunos casos, pero si te pierdes la función escolar o incluso la boda de tu hija por hacer algo que está abierto las 24 horas del día está claro que tienes un problema grave.
8. El juego afecta a tu carácter. Se pueden conseguir experiencias muy agradables con el juego, incluso sin necesidad de ganar. Un profesor de matemáticas me enseñó de joven que no hay que fiarse demasiado de alguien que no juega a nada (al tenis, al ajedrez, a apalabrados... a lo que sea). Saber disfrutar de ello te mejora por dentro y por fuera y te enseña a relacionarte, pero si ves que te estás convirtiendo en peor persona (los otros se darán cuenta mucho antes), deberías reconocer este síntoma lo antes posible y tomar medidas.
9. La negación. La mayor dificultad para distinguir esta señal es que un no adicto también negará que lo es, al igual que el inocente tampoco reconoce el crimen que no ha cometido. En todo casi, casi nunca se le dice a alguien que es un ludópata cuando está lejos de llegar a serlo. Como suele decirse con el alcohol, si alguna vez te preguntas si estás bebiendo demasiado, probablemente es porque lo estás haciendo.
10. Tendencias suicidas, escaso apego por la vida. Es quizá el último escalón y suele ir acompañado de fuertes deudas, por lo que nadie debería llegar tan lejos. La adicción al juego puede parecer menos grave que el alcoholismo o la drogodependencia, pero es la más relacionadas con los intentos de quitarse la vida.
Hay otros síntomas, pero la mayoría están relacionados con algunos de los citados.
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"Se considera dentro de las adicciones de conductas, ya que no hay ninguna sustancia. Se puede equiparar a la ludopatía (adicción al juego) en la que no hay una sustancia como tal (el alcohol, drogas, etc.) que te sacie esa necesidad, sino que es una conducta la que lo hace", explica por su parte Carmen Sánchez, psicóloga clínica y co-directora del Intitut de Sexología de Barcelona. Las conductas pueden ser de tipos muy diversos: desde la masturbación compulsiva, el uso de pornografía o de líneas de teléfono eróticas hasta encuentros sexuales con personas desconocidas o incluso con profesionales. "La frecuencia de la conducta tiene que ver con las oportunidades que tenga para acceder a la misma. Es decir, si el encuentro es con profesionales, depende de la facilidad que tenga para poder acceder a ellas", explica Molero. También hay casos en que puede haber mezcla de todas o alguna de estas conductas.
Todo ello interfiere de forma importante, más de la que nos podemos imaginar, en la vida laboral y personal de quienes lo padecen. La psicóloga Sánchez nos da un pequeño ejemplo de ello. Imagínese una persona que se encuentra en su puesto de trabajo y tiene que ausentarse de él durante un tiempo porque necesita "irremediablemente" reparar su necesidad y este hecho además, se repite con frecuencia. O bien una persona que llega a perder bastante dinero porque usa constantemente líneas de teléfonos eróticas o requiere el contacto de profesionales y empieza a tener por ello problemas con su pareja. O el caso de una persona que pasa toda una noche sin dormir porque ha estado consumiendo pornografía por internet, lo que interfiere tanto en su salud como en su rendimiento laboral del día siguiente.
La adicción implica, por tanto, "evadirse de las responsabilidades, mentir, sentimientos muy dolorosos de pérdidas y culpabilidad, ausencia de control e incluso problemas con la ley". No tiene nada que ver con ser "muy sexual, tener mucho deseo sexual ni tener una gran actividad sexual", aclaran las expertas.
Según estudios americanos, afirma Sánchez, entre un 3 y un 6% de la población norteamericana padece este trastorno. En España, según datos de 2012, se habla de casi un 6%, pero aún así "es todavía casi imposible saber con exactitud la cifra exacta". Pese a todo, el DSM-IV, el 'santo y seña' de la psiquiatría, sigue sin considerar este problema como una categoría diagnóstica, aunque según Molero, en el nuevo DSM-V "seguramente aparecerá ya como trastorno".
Perfil
El perfil de este tipo de personas es muy variado, pero generalmente suelen tener unas características comunes. Es más frecuente en hombres que en mujeres y más frecuente en "adultos jóvenes", explica Molero. Pero aún así, el abanico es muy grande y muchas veces no tiene porqué ajustarse a ese 'perfil' o 'patrón'.
Se trata de personas muy dependientes, con poca autoestima que además no suelen ser buenos con las habilidades sociales y les cuesta comunicarse. Son compulsivos y con gran ausencia de autocontrol. Puede haber también insatisfacciones emocionales o con las relaciones de pareja, carencias afectivas, predisposición a la ansiedad y la depresión, disfunciones sexuales de algún tipo y una personalidad que se relaciona con la búsqueda de riesgos. "Está relacionado con el resto de adicciones", indica Sánchez. A veces incluso, puede haber consumo de alcohol u otras drogas, "una cosa no está exenta de la otra".
Las sensaciones más frecuentes en estos pacientes son el sufrimiento, la autodestrucción, la culpa, el remordimiento, etc. "Es una espiral", mantiene firmemente Molero. Primero sienten el deseo incontrolable de realizar la conducta y luego vienen las culpas y el sufrimiento. Esto hace que disminuya de forma considerable la autoestima y para volver a recuperarla vuelven de nuevo a tener la necesidad de repetir la conducta. "Un círculo vicioso que tiene cualquier adicción". Por ello, asegura que lo primero en terapia es trabajar el autocontrol, ya que estas personas tienen una falta de control muy grande.
Terapia grupal
Esta es la enfermedad callada, o la enfermedad "secreta" como la han denominado las expertas, porque lo cierto es que a pesar de la prevalencia y del aumento de casos que cada día se ven en las consultas, sigue siendo una adicción que se oculta por vergüenza. "No es fácil decir que te pasas el día entero pensando en el sexo, que lo necesitas continuamente y estás teniendo problema por ello en tu ámbito laboral, personal e incluso emocional", dice Sánchez. Por ello, es habitual que esté oculta y tarde tiempo en salir. "A veces no se dan ni cuenta", afirma. Con frecuecia es la pareja quien da el paso de llamar y otras veces es el propio paciente.
Pero, ¿cuándo piden ayuda, cuándo se dan cuenta de que realmente están ante un problema, una enfermedad? Cuando ven que el sexo ocupa en su vida demasiado tiempo, más del que debería. Cuando ya no hacen cosas que antes les gustaba hacer porque su tiempo está ocupado en esa otra cosa o cuando ven que su dependencia es tan fuerte que empiezan a tener problemas económicos, laborales o ven que su pareja va a pique.
Las expertas hablan sobre todo de las ventajas de la terapia grupal. "Hemos decidido empezar a tratar este tema también dentro de la terapia grupal, dentro de un grupo formado íntegramente por profesionales porque tiene unos refuerzos positivos muy importantes", explica Molero. Se dan cuenta de que no están solos, de que hay más gente como ellos y que dentro del grupo, ellos mismos, pueden buscar las soluciones.
No obstante, y a pesar de las ventajas del grupo terapéutico, que en países como en EEUU funciona muy bien y tiene un gran auge, en España, afirma Sánchez, todavía nos cuesta trabajar en grupo. "Por vergüenza, porque podemos encontrarnos con alguien después en la calle, por reticencias, etc. No hay tanta tradición". Pero insiste, cuando te das cuenta de que no estás solo, puedes compartir los miedos con otras personas, los pensamientos, identificarte con otros... todo es mucho más fácil y no sólo los profesionales pueden darte estrategias, sino tú mismo y los demás compañeros.
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Los agentes se desplazaron al establecimiento y se entrevistaron con el afectado, que presentaba varias heridas de arma blanca. En su primera conversación con los policías, explicó que caminaba tranquilamente por la calle cuando se le acercó un coche de color oscuro en el que viajaban dos hombres a los que no conocía de nada.
Según su relato, uno de los desconocidos se dirigió a él y le preguntó la hora. Acto seguido, prosiguió el denunciante, el conductor se bajó del vehículo y le pidió un cigarro. Por último, el individuo sacó una navaja y, según su testimonio, le dijo: «Dame todo lo que tienes».
La historia aún tenía un giro final. La víctima contó a los agentes que, cuando se puso a gritar y a pedir socorro, el atracador le causó varios cortes en el muslo de la pierna derecha y en la mano izquierda. Los sanitarios del 061 le curaron las heridas que presentaba, que no revestían gravedad.
El hombre afirmó que consiguieron quitarle un anillo de oro, el reloj y una cartera que contenía 70 euros. Los agentes empezaron a sospechar tanto por la superficialidad de las lesiones como por la escasa cuantía del botín, aunque abrieron una investigación como si realmente se tratara de un atraco.
Al final, el hombre reconoció en comisaría que le había sucedido algo muy distinto. Al parecer, y siempre según las fuentes consultadas, confesó que había vendido el anillo y el reloj, y que se había gastado todo el dinero en copas y en máquinas tragaperras, por lo que, supuestamente, se inventó toda la historia para ocultar dicho desembolso. Los policías le leyeron los derechos por presunta simulación de delito.