En Japón, sin embargo, se trata de una epidemia: cerca de un millón de adolescentes y jóvenes padecen este síndrome. Se aíslan durante años en un mundo paralelo en su habitación, no mantienen relación con persona alguna, no se bañan o duchan durante meses, no se cortan el pelo, no realizan actividades físicas... La familia del hikikomori «sabe que sigue respirando porque devuelve vacía la bandeja de comida que le dejan en la puerta y porque oyen el crujir de la madera en el piso cuando decide dar una vuelta por su pequeño cuarto», describe el doctor Jesús J. de la Gandara, jefe del servicio del Psiquiatría del Complejo Asistencial de Burgos, en el primer trabajo documentado que se publicó en nuestro país sobre los hikikomori. En los peores casos, ni siquiera abandonan su habitáculo para acudir al baño. La familia recoge los restos en bolsas que van acumulando.
Muchos se refugian en un universo alimentado por internet: videojuegos, redes sociales, consolas... «Son una mezcla de aislamiento social y adicción a las nuevas tecnologías», resume Campayo.
«Mi vida es el ordenador» confesaba un chaval de 16 años al psicólogo Sergi Banus, director de psicodiagnosis.es. «Estuvo seis meses encerrado en casa —relata Banús—, no iba al instituto y hasta ese momento había sido un estudiante con un buen rendimiento. Tenía a sus padres acorralados porque les amenazaba si le cortaban internet. Es difícil sacar a estos chicos porque te desprecian y no quieren salir de su aislamiento. Era un chico capaz de chatear y relacionarse con sus amigos por internet, pero incapaz de ver a los amigos cara a cara si le visitaban en casa».
¿Es internet el motivo del aislamiento de los hikikomori o hay otras causas que conducen a los chavales a refugiarse en el mundo virtual? «Siempre hay un detonante —afirma el psiquiatra Campayo—: un disgusto, la novia que le deja, los amigos que le presionan o le hacen el vacío... Son chicos más tímidos, con baja autoestima y dificultad para relacionarse. Pueden tener o no altas capacidades. Asociado a ello está el desarrollo de las nuevas tecnologías que facilita la adicción y el aislamiento».
No hace falta ser un hikikomori, un caso extremo, para aislarse del mundo y engancharse a la Red. En España, un reciente estudio del Centro de Seguridad en Internet Protégeles (financiado por la Unión Europea) advertía de que más de 350.000 (21,3%) chicos españoles de entre 14 y 17 años están desarrollando alguna conducta adictiva a internet: dejar de ver a los amigos o no mostrar interés por actividades que antes les encantaban, no querer hablar con el resto de la familia, o estar más irascible que de costumbre, o negarse a cenar todas las noches, o dormir mal o descuidar su higiene... «Está empezando a surgir una versión del hikikomori que tiene su raíz en la adicción a internet», asegura el psicólogo Sergi Banús.
El estudio reveló que los españoles son los adolescentes europeos que tienen mayor riesgo de obsesionarse con la Red y sufrir sus consecuencias: desde depresión y estados de ansiedad hasta incapacidad para mantener relaciones con sus iguales, o incluso pueden desarrollar conductas agresivas. Llegadas estas situaciones el menor ya es adicto a internet, y les ocurre a 1,5% chavales de nuestro país.
El riesgo de la adicción pesa sobre muchos. De hecho, el estudio ha venido a demostrar que los adolescentes son los que más usan de forma abusiva las redes sociales; en concreto, casi el 40% se conectan a ellas a diario y durante más de dos horas, una práctica que les pone en serio peligro.
A pesar de este preocupante panorama, el presidente de Protégeles, Guillermo Cánovas, aconseja conservar la calma. «La mayoría de los chicos —asegura— superan por sí mismos esta primera etapa» en la que se sienten fascinados por internet. «Es cuando muestran señales preocupantes de adicción pero aún no son adictos», afirma. Los que terminan siéndolo necesitan ayuda profesional, aparte de la de la familia.
Lo difícil es determinar cuándo un adolescente o joven ha cruzado la línea roja y es adicto a la Red, porque «ya es habitual —como afirma Juanma Romero, fundador de Adicciones Digitales— que los chavales estén un día o un fin de semana encerrados en casa, enganchados a los videojuegos y que solo duerman un par de horas».
Nuevos hábitos que empiezan a tener efectos demoledores en los chicos: «Se vuelven uraños, les cambia el carácter, no se quieren relacionar con los demás, solo lo hacen online, les cuesta mucho trabajo esa relación de tú a tú, pero con el teclado lo hacen perfecto. Eso tendrá consecuencias en su futuro, en su capacidad para empatizar, para relacionarse en un entorno laboral, con sus compañeros y sus jefes...», asegura Romero.
Para Sergi Banús existe una señal inequívoca ante la que preocuparse: «Cuando el niño cambia los hábitos diarios: si pierde interés por series de televisión que le gustaban, o actividades que antes eran gratificantes o por los amigos, o cambia hábitos de sueño o de alimentación, o tiene cambios de comportamiento, no quieren salir los fines de semana»...
Se pueden prevenir estas situaciones, coinciden los expertos. Los padres deben dar a conocer a los hijos una serie de límites y normas que cumplir desde el primer momento en que se conectan a la Red. «Y respetarlos a rajatabla —aconseja Juanma Romero—. Hay que establecer un horario durante el día para usar el ordenador, nunca por la noche, y supervisar cuando lo necesiten para hacer deberes. Tampoco hay que dejarles ir con el móvil a la cama». Al igual, Guillermo Cánovas cree que los padres deben mantener dos principios elementales a la hora de que los chicos usen esta herramienta: regular el tiempo que están en internet y promover, además, otras alternativas de ocio (relaciones con amigos, deportes, salidas...).
No es un buen momento para quienes se han propuesto luchar contra la adicción al juego en España, un país donde las estrellas del deporte y el ‘famoseo’ intentan convencer a la ciudadanía de lo apasionante que es apostar y jugar en internet , donde 10,5 millones de viviendas tienen acceso a la red, donde dos de cada tres móviles cuentan con conexión a internet (a la cabeza del ranking europeo). Atrás quedó el propósito del ludópata de evitar pasar por delante de las salas de juego para no volver a jugar. Ahora la tentación está a un ‘click’.
El juego presencial en España disminuyó en 2012 un 8%, mientras que el juego online creció hasta un 50%, según datos dados a conocer hoy por la Asociación Aragonesa de Jugadores de Azar en Rehabilitación (AZAJER).
Nunca hubo tantas facilidades para jugarse los cuartos. Ni tantos motivos para intentarlo. Los médicos y exadictos coinciden en considerar que la crisis económica impulsa nuevos casos y recaídas de adicción al juego, por la posibilidad de evadirse y la idea de dinero fácil que ofrece. Pero, tal y como asegura Fernando Díez, psicólogo de Asociación Malagueña de Jugadores de Azar en Rehabilitación (Amalajer), el “caballo de batalla más complicado” para la nueva ludopatía son las nuevas tecnologías, que facilitan hasta el extremo el acceso a juegos y apuestas online.
“Para un ludópata, llevar a diario un móvil en el bolsillo es como si un alcohólico llevase una petaca”, señala Díez, “con la diferencia de que en la sociedad actual es muy difícil prescindir de un teléfono móvil en el día a día”, agrega. Lo primero a lo que se recurre para la rehabilitación de un adicto al juego es a la restricción del acceso a ordenadores y dispositivos móviles.
En las asociaciones han notado que ha bajado la edad media de la gente que acude en busca de ayuda. “Se percibe un perfil más joven y con formación, mayoritariamente universitarios”, señala el presidente de Amalajer, Francisco Abad.
En este sentido, Rafael Bravo, que ahora es portavoz de la Asociación de Ludópatas Asociados en Rehabilitación de Castilla la Mancha (Larcama), cuenta que en los últimos tiempos vienen notando que la ludopatía evoluciona más entre los jóvenes. “La adicción a juegos online se ceba entre los de 18 y 25 años”, apunta Bravo, que advierte que también hay casos en menores de edad. Mientras los jóvenes se enganchan al póker y a las apuestas deportivas en la red, los más pequeños encuentran su verdugo en los videojuegos.
Fernando Díez está trabajando actualmente en la recuperación de varios menores de edad. “Se vuelven chicos irritables y esquivos que llevan vidas un tanto antisociales. Se refugian en su habitación, baja su rendimiento escolar y se deteriora su red de amistades”, explica el psicólogo. Cuando los padres perciben el problema, las medidas que adoptan no mejoran la situación. “Restringirles el acceso a los videojuegos provoca en ellos síndrome de abstinencia, que conlleva irritabilidad y enfrentamientos en casa”, cuenta Díez.
La adicción puede comenzar de modo inocente con los videojuegos. Muchos padres han jugado o juegan con consolas, están bien vistas por la sociedad y los niños crecen con ellas. Se empieza jugando por ocio, pero en cuestión de meses la diversión se puede convertir en adicción. “Jugar con gente que está lejos o que no se conoce a través de la consola es potencialmente muy adictivo”, apunta el psicólogo de Amalajer, que asegura que, en función del control parental, la adicción puede tardar en crearse unos meses o tres años.
La evolución de la enfermedad, explica la psicóloga del área asistencial de la Asociación para la Prevención, Asesoramiento, Tratamiento e Investigación en Marginación y Drogas (Patim), Felisa Salvador, pasa por varias etapas muy definidas. “En el inicio tienen una ganancia, entonces creen que controlan la máquina y las técnicas del juego y reinvierten para seguir sumando dinero. Cuando pierden se asustan y siguen en ello con el fin de recuperar lo perdido. Por lo general pierden cantidades grandes de dinero que les lleva a sentirse culpables, entonces paran, pero no tardan mucho en volver a intentarlo. Y así se vuelve a iniciar el ciclo”, cuenta Salvador.
El principal problema que ve la psicóloga de Patim en la combinación de las nuevas tecnologías y la ludopatía, es el mayor tiempo que se tarda en descubrir que una persona sufre dicha adicción y, por tanto, en tratarla. “Con Internet el jugador ya no se expone y como por norma general cuesta mucho reconocer la enfermedad, no se pide ayuda hasta que otra persona descubre el problema”, explica Salvador.
La psicóloga explica que al inicio de 2012 el perfil del ludópata que acudía a la fundación coincidía con el de años anteriores: adictos a juegos presenciales como la ruleta, el póker o las tragaperras. “Pero con el paso de los meses empezaron a despuntar significativamente los casos de adicciones a juegos y apuestas online”, cuenta Salvador.
En Amalajer tratan con ludópatas que juegan de forma presencial y en Internet desde hace años, incluso antes de estar regulado, pero su presidente asegura que en los últimos meses están atendiendo a un número muy alto de personas que juegan “sólo a través del móvil o del ordenador”.
Las facilidades que ofrece la red para el jugador no ayudan a tratar esta enfermedad. Médicos y exadictos destacan que, pese a que uno se apunte voluntariamente a las listas de personas que no pueden jugar online, resulta demasiado fácil burlar los controles suplantando la identidad de algún familiar o conocido. “A los responsables no les interesa hacer comprobaciones más exhaustivas”, lamenta Francisco Abad.
“El bombardeo constante de publicidad de páginas de juegos y apuestas en los medios de contaminación tampoco facilitan las cosas”, apunta Rafael Bravo. Las asociaciones coinciden en considerar “inapropiado” que estos anuncios puedan emitirse a cualquier hora del día y critican que la única advertencia sobre la necesidad de su uso responsable aparezca en una esquina y a un tamaño que apenas permite que se pueda leer.
En este sentido, quienes trabajan con ludópatas creen que usar la imagen de personajes como Rafael Nadal en esta publicidad hace el juego y las apuestas más tentador aún. El psicólogo Fernando Díez considera que la firma logra incitar a un mayor número de personas contando con Nadal, un ganador nato e ídolo de masas. “Sobre todo entre la población más joven”, lamenta.
Los médicos coinciden en apuntar que la ludopatía es una enfermedad que le cuesta entender a la sociedad. "Todavía se ve al adicto al juego como un simple vicioso", señalan. Quienes conocen de cerca esta realidad aseguran que los síntomas son los mismos que con cualquier otra adicción, se sufre el síndrome de abstinencia y suele conllevar problemas graves en casa, donde la frustración del adicto provoca situaciones violentas.
El día 5 de Abril de 2013, la Secretaría de Estado de Servicios Sociales e Igualdad y la Secretaría de Estado de Hacienda convocaron el primer Foro Español de Juego Responsable.
Desde la entrada en vigor de la Ley 13/2011, de regulación del juego, las administraciones públicas tienen el mandato de contribuir a alcanzar los principales objetivos de la misma que son “el mantenimiento del orden público, la prevención de las conductas adictivas, la protección de los menores y la salvaguarda de los derechos de los participantes.” En definitiva, el principal objetivo de la Ley es el de la protección: protección de los usuarios, protección de los menores, protección de los grupos vulnerables.
Por ello, se ha lanzado la Iniciativa de Juego Responsable para España dirigida a asegurar el cumplimiento homogéneo de los requisitos de protección por todos los operadores de juego, y a conseguir el diseño de una estrategia sectorial conjunta de Juego Responsable. Se trata, en definitiva, de un esfuerzo integrado entre administraciones públicas y operadores que permita una mayor eficacia a la hora de minimizar los posibles daños que el juego pueda producir a la sociedad.
Read more: I CONVOCATORIA DEL FORO DE JUEGO RESPONSABLE EN ESPAÑA